VIVIR A FONDO | CICLO B – XIII DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO

24 junio 2024

Mc 5,21-43

En aquel tiempo, Jesús atravesó de nuevo en barca a la otra orilla, se le reunió mucha gente a su alrededor, y se quedó junto al lago. Se acercó un jefe de la sinagoga, que se llamaba Jairo, y, al verlo, se echó a sus pies, rogándole con insistencia: – Mi niña está en las últimas; ven, pon las manos sobre ella, para que se cure y viva. Jesús se fue con él, acompañado de mucha gente. Llegaron de casa del jefe de la sinagoga para decirle: – Tu hija se ha muerto. ¿Para qué molestar más al maestro? Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la sinagoga: – No temas; basta que tengas fe. No permitió que lo acompañara nadie, más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Llegaron a casa del jefe de la sinagoga y encontró el alboroto de los que lloraban y se lamentaban a gritos. Entró y les dijo: – ¿Qué estrépito y qué lloros son éstos? La niña no está muerta, está dormida. Se reían de él. Pero él los echó fuera a todos y, con el padre y la madre de la niña y sus acompañantes, entró donde estaba la niña, la cogió de la mano y le dijo: – Talitha qumi (que significa: Contigo hablo, niña, levántate). La niña se puso en pie inmediatamente y echó a andar; tenía doce años. Y se quedaron viendo visiones. Les insistió en que nadie se enterase; y les dijo que dieran de comer a la niña.

Aparece aquí uno de los “jefes de la sinagoga”, que puede representar al antiguo Israel. Un Israel que ya no da mucho de sí: sus obras, representadas en la “hija”, están en las postrimerías, “se están muriendo”. Y en esta situación entra en escena la mujer en estado de impureza ritual. Ella representa la novedad que aporta Jesús: todo el mundo tiene lugar en el nuevo pueblo de Israel que se inaugura. Esta mujer se acerca a Jesús reconociendo su pobreza y su necesidad. También Jairo tiene una actitud muy parecida: los dos han reconocido en Jesús aquél que les puede dar vida nueva.

La mujer “toca” a Jesús, y su vida es tocada por Él, porque siente que queda curada de su mal. Después también “la niña” es tocada por Jesús y éste la devuelve a la vida. Jesús aparece como quien puede “levantar” (=resucitar) al pueblo que “se está muriendo”, el único que puede “curar” de verdad.

De este Jesús podemos recibir la salvación, y para ello lo que nos hace falta es la fe y no las obras de la Ley, que no salvan. Para acercarse a Jesús no hay que poseer ningún mérito. Lo que se necesita, eso sí, es estar abiertos, dispuestos a que nuestra vida, toda, sea tocada y transformada por Él.

Tres discípulos -Pedro, Santiago y Juan- acompañan a Jesús. Quien quiere ser discípulo de Jesús tiene que seguirlo muy de cerca, comprometerse con Él. De esta forma lo conocerá y lo amará. Los tres apóstoles representan a la Iglesia, el nuevo pueblo de Dios, el pueblo renovado por la Pascua de Jesús, testigo de la muerte y resurrección de Jesús, llamado a hacer lo mismo que Él hace, a llevar a cabo la misma misión del Hijo.

-¿De qué necesita ser “tocada” y transformada tu vida por Jesús? ¿Tienes suficiente fe para creer que esto es posible?

-Como persona creyente, ¿tu actitud acostumbra a ser de portadora de vida, o más bien comunicas desesperanza porque “no hay nada que hacer” (en tu vida, en la Iglesia, en el mundo)?

Señor,
tú eres capaz de dar vida
y de hacer recobrar la esperanza.
Inspíranos los gestos
y las palabras oportunas
para ayudar a nuestros hermanos a revivir
y a recuperar la esperanza perdida.
Te lo pedimos a Ti,
que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

(Puedes presentar al Padre personas que necesitan ser sanadas por Jesús).

En 1976 un accidente de circulación fracturó el cráneo de Peter, un joven de 21 años, de Chicago, afectando su cerebro y hundiéndolo en un coma profundo. Su novia, Linda, permanecía durante todo su tiempo libre al lado de la cama en el hospital; acariciaba sus mejillas y su frente, y le hablaba. Pero Peter permanecía sin responder a la presencia amorosa de Linda.
Por fin, una noche, al cabo de tres meses, Linda observó que Peter movía un dedo del pie. Pocos días más tarde observó que parpadeaba. Eso era todo lo que ella necesitaba. Contra el parecer de los doctores, abandonó su empleo para poder acompañarle constantemente. Empleaba horas dándole masajes en brazos y piernas. Por último, consiguió llevarlo a su casa. Empleó todos sus ahorros en una piscina, con la esperanza de que el sol y el agua devolvieran la vida a los miembros inmóviles de Peter.
Un día, Linda escuchó un gemido de Peter. Ella intensificó sus esfuerzos y, poco a poco, los gemidos se convirtieron en palabras inteligibles… hasta que Peter fue capaz de pedir la mano de Linda al padre de ella. Peter consiguió vivir una vida normal. Él y Linda fueron padres de una hermosa criatura.