Mt 16, 21-27
En aquel tiempo, comenzó Jesús a manifestar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y padecer allí mucho por parte de los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, y que tenía que ser ejecutado y resucitar al tercer día. Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo: «¡Lejos de ti tal cosa, Señor! Eso no puede pasarte». Jesús se volvió y dijo a Pedro: «¡Ponte detrás de mí, Satanás! Eres para mí piedra de tropiezo, porque tú piensas como los hombres, no como Dios». Entonces dijo a los discípulos: «Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí, la encontrará. ¿Pues de qué servirá a un hombre ganar el mundo entero, si pierde su alma? ¿O qué podrá dar para recobrarla? Porque el Hijo del hombre vendrá, con la gloria de su Padre, entre sus ángeles, y entonces pagará a cada uno según su conducta.
¿Dónde está en estos momentos la cruz de mi vida?
¿Soy capaz de seguir adelante a pesar de este dolor concreto que me afecta?
Lo pongo en manos de Dios, se lo presento para que me acompañe.
Del Salmo 62
¡Dios mío, tú eres mi Dios!
Con ansias te busco, pues tengo sed de ti;
Por ti se desvive mi corazón.
El amor que me tienes es un regalo,
pues vale más que la vida.
Por las noches, te recuerdo y pienso en ti,
pues tú eres quien me ayuda.
y soy feliz bajo tu protección.
Más que el aire que respiro
yo te necesito a Ti,
como la tierra árida, sin agua, sin vida,
como la abeja busca las flores,
como el río que corre hacia el mar.
Mis labios siempre te alabarán con alegría, Señor.
Maldita sea la cruz
que cargamos sin amor
como una fatal herencia.
Maldita sea la cruz
que echamos sobre los hombros
de los hermanos pequeños.
Maldita sea la cruz
que no quebramos a golpes
de libertad solidaria,
desnudos para la entrega,
rebeldes contra la muerte.
Maldita sea la cruz
que exhiben los opresores
en las paredes del banco,
detrás del trono impasible,
en el blasón de las armas,
sobre el escote del lujo,
ante los ojos del miedo.
Maldita sea la cruz
que el poder hinca en el Pueblo,
en nombre de Dios quizás.
Maldita sea la cruz
que la Iglesia justifica
– quizás en nombre de Cristo-
cuando debiera abrasarla
en llamas de profecía.
¡Maldita sea la cruz
que no pueda ser La Cruz!
Pere Casaldàliga