Una reflexión al concluir el Año de la Vida Consagrada

5 febrero 2016

El Año de la Vida Consagrada concluyó el martes, 2 de febrero de 2016; con una misa celebrada por el Papa Francisco, a la que asistieron más de 5.000 personas consagradas – Ordo Virginum, los consagradas, los religiosos y religiosas de clausura, religiosos de vida apostólica, los religiosos de institutos religiosos y los religiosos seculares y las nuevas formas de vida consagrada, llenaron la basílica de San Pedro y la Plaza.

Con motivo de la Fiesta de la Presentación del Señor, el Papa invitó a los consagrados a promover la "cultura del encuentro", y "guardianes de las maravillas" y ser personas de Eucaristía y de gratitud.

El evento más grande y más bello fue el Congreso, del 28 de enero al 2 de febrero con el lema "Vida Consagrada en unidad", realizado en un ambiente de alegría.  Otras reuniones han marcado el año de la vida religiosa; como el seminario para formadores a la vida consagrada (abril de 2015) y la Reunión de los jóvenes de Vida Consagrada Juvenil (septiembre de 2015). El Cardenal João Braz de Aviz, y el Arzobispo José Rodríguez Carballo, Prefecto y Secretario de la CIVCSVA, realizaron un óptimo trabajo con la presencia constante entre los participantes, una expresión de la proximidad tan querida y deseada por el Papa.

Son significativas tres circulares emitidas en el año de la Vida Consagrada: "Alégrate", "Escudriña" y "Contempla". La primera circular es el anuncio de alegría, un enfoque maravilloso para la vida consagrada. Es verdad que se ha hablado muy poco sobre los la dimensión de los votos, pero se escribió acerca de la calidad de vida de las personas que viven incluso la resurrección final. "Donde exista un consagrado, hay alegría", dijo el Papa Francisco. Inmediatamente pienso en Nietzsche: "Todo alegría quiere eternidad, profunda, profunda eternidad".

La última carta describe un tema no habitual cuando se piensa en la vida consagrada: la belleza. Dios es belleza. Como siempre ha sido reclamada por la metafísica, y esta carta reafirma fuertemente el valor del Cántico de las Creaturas, como un libro de la Vida Consagrada, incluso para los religiosos de vida apostólica. Mientras que la segunda carta indica el tema de la vigilancia, una acotación que siempre está en los labios de Jesús a medida que avanza hacia su fin: los consagrados observan y esperan a Dios en el cruce de las vías del mundo.

El año de la Vida Consagrada fue un regalo y una bendición. Se abrieron nuevas perspectivas florecientes, y se puso firmemente dentro de la Iglesia y el mundo, con la llamada a ser: buena noticia, profecía y esperanza.
 

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