En un templo abarrotado de fieles, el Rector Mayor presidió la solemne celebración eucarística del XXVI Domingo del Tiempo Ordinario, acompañado por un largo elenco de concelebrantes: cuatro obispos, numerosos inspectores y superiores salesianos de todo el mundo, el Rector Mayor Emérito, Padre Pascual Chávez Villanueva, así como miembros del Consejo General. Mientras que en los bancos se encontraban, en primer lugar, los familiares más cercanos del neocardenal, representantes de numerosos grupos de la Familia Salesiana, embajadores, autoridades militares y civiles, así como numerosos creyentes de a pie y simpatizantes de la obra salesiana, vinculados de diversas maneras a Don Bosco y al propio Padre Ángel Fernández Artime.
Al introducir la Eucaristía, el Vicario del Rector Mayor, Padre Stefano Martoglio, tomó la palabra para expresar los sentimientos de todos y pronunciar un discurso de saludo que fue expresión de verdadera fraternidad: «Eminencia, Reverendísimo Ángel Fernández Artime, Rector Mayor de los Salesianos…», comenzó. Que este saludo, que no es formal, sino que es sustancia, suba como incienso sobre las volutas de esta iglesia, construida por Don Bosco a instancias del Papa, para que Don Bosco desde arriba, sonriente, vea a este hijo suyo, su Sucesor, y este servicio que el Santo Padre le ha pedido».
A continuación, el Padre Martoglio mencionó tres indicios: en primer lugar, «el asombro ante la acción imprevista e imprevisible de Dios. Tú, Ángel, hijo de Ángel e Isabel, hermano de Rocío, hijo de Don Bosco por vocación, llamado al servicio de la Iglesia con un altísimo nivel de confianza y responsabilidad. Este es un signo espléndido de la delicadeza de Dios para contigo, como persona, y en ti, y por ti, también para la Congregación y la Familia Salesiana. Nuestra emoción, nuestro afecto se alimenta de nuestro asombro ante la acción de Dios».
Luego, el Vicario del Rector Mayor hizo hincapié en el término «creación como Cardenal». «Es algo tan grande que para apoyarlo tenemos que utilizar un verbo que ya ni siquiera estamos acostumbrados a decir. Es una página nueva de vida, que el Señor os pide a través del Santo Padre, que hoy celebramos con alegría y afecto, que comienza aquí y que os llevará donde el Señor quiera. Esta creación os pide renunciar a muchas cosas, pero os llena de la presencia de Dios, para que en este don y servicio, con vuestra profunda y auténtica humanidad, llevéis siempre el gran sentido de la Iglesia, de su universalidad, del amor al Papa, a los pobres, y de la centralidad de la educación».
El tercer sentimiento, por último, fue la entrega. «Me atrevo a comparar esta Misa», concluyó el Padre Martoglio, «con la que Don Bosco hizo en este altar. Y es por la entrega: de tu persona, de lo que eres para cada uno de nosotros y de lo que serás, por lo que es Dios en tu vida, que te pide y te pedirá. Encomienda que habla de la centralidad de la presencia de Dios, que es entonces tu lema».
En la continuación de la misa, ricamente animada, el Rector Mayor ofreció a continuación el pensamiento de la homilía. Una homilía en la que también él habló con el corazón abierto, confiando cómo el nombramiento como cardenal fue para él una verdadera sorpresa, pero que acogió con espíritu de disponibilidad y servicio. «A Dios le encantan las sorpresas. Habitualmente en la Biblia Dios dice: ‘apartaos, el camino será revelado’. Y esto estoy convencido de que vale para todos, consagrados y laicos… Pero Don Bosco también nos ha dejado algo importante, recordándonos que nada debe turbarnos y que debemos confiar en la Providencia de Dios».
Luego, refiriéndose a otros ejemplos ilustres de encargos eclesiales confiados a los Salesianos por Don Bosco, recordó el episodio «entre los más bellos de la vida de Don Bosco» relativo a la consagración del primer obispo salesiano; y con esto también la profecía de Don Bosco, cuando dijo: «Veo cada vez más el futuro glorioso que se prepara para nuestra sociedad, la extensión que tendrá y el bien que podrá realizar».
Continuando su reflexión, y refiriéndose a la Segunda Lectura de la liturgia dominical (Flp. 2,1-11) el Padre Á.F. Artima destacó la virtud de la humildad y la necesidad de la cercanía de los pastores al rebaño, asegurando que «esta es la forma más hermosa de servir al Señor» y que mantendrá esas mismas actitudes incluso como cardenal.
Por último, reiteró cómo para los salesianos la obediencia, la fidelidad, el servicio al Papa, están «impresos por nuestro fundador», y encomendó su futuro ministerio como cardenal a María Auxiliadora, con el mismo espíritu de encomienda a Ella con el que Don Bosco imploró la asistencia de la Virgen María tras la muerte de Mamá Margarita.
Tras la Eucaristía, la celebración familiar continuó con un tiempo reservado para las felicitaciones, fotos y abrazos de muchos fieles y amigos con el recién nombrado Cardenal; y la jornada concluyó con un momento de ágape fraterno.