El 3 de septiembre un joven sacerdote salesiano ucraniano, el padre Grigorij, marchó como capellán a la zona este de Ucrania, para estar más cerca de los muchos jóvenes soldados que se encuentran en esa región del país desde hace más de seis meses. Es oportuno resaltar que la situación en estos momentos en Ucrania es muy inestable: El territorio ucraniano está ocupado por tropas extranjeras y grupos separatistas; en la región existen muchas zonas casi completamente destruidas y la gente vive refugiada en túneles subterráneos desde hace meses.
La tragedia ha tocado de diversas maneras a todo el país: son muchas las víctimas que se cuentan, aún entre los civiles de Donetsk y Lugansk, muchas más entre militares y soldados jóvenes provenientes de todas las zonas del país que están luchando por un futuro mejor, por una mayor independencia y dignidad. Entre la gente se ha difundido un clima de desgana y cansancio, a raíz de la violencia y la crisis económica.
El padre Grigorij en estos momentos se encuentra casi en la línea de fuego; se comunica de vez en cuando con los familiares y hermanos de la inspectoría, ya que el uso de los teléfonos móviles está prohibido. Por teléfono no puede indicar con exactitud el lugar preciso donde se encuentra, porque las llamadas son interceptadas. Su trabajo principal es acompañar y sostener a los jóvenes reclutas, a través de la oración y los sacramentos, especialmente la confesión y el encuentro personal. En situaciones como ésta surgen muchas preguntas sobre la fe entre los soldados y también las conversiones: “Nos sostiene solamente la fe, ¡y aquí no falta!”
Una de las tareas más dolorosas para el padre Grigorij, por desgracia, es la celebración de funerales, que son muchos. Él cuenta que se ha sentido impactado por unas exequias celebradas en un camión de soldados muertos por un misil ruso: “Aquí se vive la de verdad”.
No obstante los momentos dramáticos que está viviendo, el joven sacerdote salesiano se siente tranquilo y consciente de su misión al servicio de los jóvenes más necesitados. El padre Grigorij distribuye de vez en cuando algo de ropa y víveres que le son enviados desde las comunidades salesianas, a la pregunta “¿tienes un arma?“ responde con una sonrisa: “Sí, el crucifijo”.