Las frases del ‘Padre Nuestro’. Decíamos así:
Tú eres nuestro Padre. Padre de infinita misericordia; presencia no pequeña ni banal, si no con tu presencia infinita de santidad y de amor que educa pacientemente a sus hijos.
Venga tu Reino. El que Jesús inició en este mundo por mandato tuyo; nosotros acogemos sin reservas lo que Tú quieres hacer por nosotros y por los jóvenes.
Reconocemos tu voluntad viviendo la dinámica de tu reino, la dinámica del Espíritu de Pentecostés que nos empuja a la misión, a hacer signos de liberación y de reconciliación en medio de los hombres, tus hijos y nuestros hermanos.
En el cielo como en la tierra. Junto a los jóvenes, como Don Bosco, proclamamos tu Sí a la vida en plenitud por cada joven y por todos los jóvenes, para que sean ciudadanos y cristianos empeñados sobre la tierra y felices habitantes, para siempre, del cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, el necesario para vivir, para que el reino de Dios se manifieste en tu proveer a nuestras necesidades y para que reconozcamos tu gracia incluso en la obra de nuestras manos. Para que nos estimule el compartir con los pobres y no la codicia del poseer.
Perdona nuestras ofensas; porque somos débiles, pero nos llamas a curar las heridas de los jóvenes. Ayúdanos a poner en práctica el Sistema Preventivo en la paciencia, la magnanimidad, en la recuperación amorosa de los jóvenes que se equivocan, en el compromiso ejemplar, alegre, sonriente, y en el cansancio de cada día.
No nos abandones en la tentación de mirar atrás, de mirar en la dirección equivocada, de combatir el Espíritu, de sonrojarnos por el Maestro frente a los tribunales de los hombres, de las modas, de las ideologías, de las adulaciones de los poderosos, frente a nuestra conciencia.
Líbranos del mal. Haz que no dudemos de Ti: no dudamos que, a pesar de todo, Tú presides con sabiduría la historia del mundo; no dudamos que Tú quieres nuestro compromiso de educadores para liberar a los jóvenes de la desesperación y de todas sus prisiones.
Líbranos del mal indescriptible de estar lejos de tu rostro por siempre. Por esto, te pedimos, mándanos el Espíritu Santo, para que cure las heridas del cuerpo, del corazón, del espíritu y despierte en nosotros la esperanza para continuar, con alegría, la misión que nos ha señalado nuestro padre Don Bosco. Amén.
Os deseo todo bien y toda la felicidad en el nombre del Señor.