Soy Inés, Salesiana Cooperadora del centro de Trinidad desde hace 31 años. Soy voluntaria local de la ONGD Solidaridad Don Bosco, ahora Bosco Global, e intento colaborar en todas las iniciativas que puedo en favor de los objetivos que esta organización se marca. Este año, una serie de circunstancias me hicieron plantearme la posibilidad de participar en una experiencia que se ofrece cada verano en la frontera Sur en Ceuta: “Encuentros sin fronteras”.
Durante 12 días compartimos vida y experiencia un grupo de personas voluntarias venidas de distintas partes de España con chicos que temporalmente residen en Ceuta a la espera de que su situación administrativa les permita viajar a la península para poder retomar su proyecto de vida. Son adultos y jóvenes acogidos en el C.E.T.I (Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes) y en el Centro de Menores la Esperanza procedentes de distintas partes de África (Marruecos, Argelia, Mali, Guinea Conakry, Mali, Mauritania, Senegal, Camerún…).
Fueron días para compartir y aprender. Esta experiencia dedica todos los días unas horas a aprender para comprender cuál es la situación que viven las personas que realizan un largo camino (algunos de hasta tres años hasta llegar a las puertas de Europa) y cómo muchos de sus sueños se ven truncados por esos muros infranqueables que hemos levantado para salvaguardar nuestro bienestar, nuestras seguridades….
Os puedo decir que lo más importante no es lo que este grupo de voluntariado ha podido hacer (clases de español, actividades lúdicas…) sino lo que hemos vivido junto a ellos. La asociación que nos acoge, que se llama “Elín” (Éxodo 15, 22-27), se plantea su trabajo como un espacio de intercambio, como un oasis donde poder descansar en el largo camino que han recorrido y en el que les espera a partir de que puedan rehacer su vida en Europa.
Allí, todos estamos de paso compartiendo lo que somos y lo que tenemos, comprendiendo que todos formamos parte de la misma familia humana, salvo que a unos nos ha tocado nacer en un lugar con muchas más oportunidades que las que muchos de estos chicos pueden ni siquiera imaginar.
La experiencia nos plantea una vez retornados a nuestros lugares de origen crear nuevos “Elín”: espacios, personas que puedan ofrecer una mano amiga de aliento y comprensión lejos de la burocracia a veces inhumana y denigrante con la que se encuentran.
En la revisión de la experiencia nos preguntaban: ¿Qué “comprarías” y “venderías” de esta experiencia? A la segunda parte respondo que “vendería” la experiencia en sí a cualquier persona que tenga un mínimo de sensibilidad y que entienda que todos somos peregrinos en esta tierra, el primero, Jesus de Nazaret que ya en su nacimiento tuvo que emigrar hacia otros lugares ante la hostilidad de la situación que en su lugar de origen se presentaba. Todos podríamos aprender mucho de esta experiencia y yo voy a intentar “venderla”.