El pasado sábado 10 de septiembre se celebró el día internacional para la prevención del suicidio, un problema social que continua más vigente que nunca y que, a causa de la pandemia, ha ido ‘in crescendo’ en nuestra sociedad. En el año 2020 (aún no han salido publicadas las del 2021) el suicidio fue la principal causa de muerte en personas de entre 20 y 24 años, junto con los tumores según el Instituto Nacional de Estadística.
Según el doctor Jordi Royo, director clínico de Amalgama7, entidad especializada en la atención terapéutica y educativa para adolescentes y sus familias, el comportamiento suicida en los adolescentes y jóvenes tiene cuatro posibles vertientes que pueden llevar a un individuo a plantearse quitarse la vida.
“La salud mental infanto-juvenil ha de ser una prioridad en las familias, los colegios y la sociedad en general” Irune López, coordinadora de orientación de la Inspectoría Santiago el Mayor
En primer lugar: la crisis de la propia identidad; cuando el niño deja de ser un niño y se plantea cuestiones identitarias tales como ¿Quién soy?, ¿Qué hare en la vida adulta?, ¿Cómo encajo en la familia, con los amigos o con el mundo? Ante estas dudas, el adolescente puede sentir una carencia del sentido de la vida y plantearse abandonarla. En segundo lugar, existen causas psicopatológicas (depresión, trastornos de personalidad límite, bipolar, de ansiedad, esquizoafectivo, esquizofrenia, abuso de sustancias) que conllevan en la propia patología pensamientos y comportamientos suicidas. En tercer lugar, el inducido por la familia, que implican abandono, maltrato, desamor, abuso… Y, por último, el generado por causas sociales y/o tecnológicas.
En esta última categoría, el doctor Jordi Royo incluye factores como el bulling y el ciberbulling; los retos de las redes sociales y el síndrome cultural que conlleva la consecución de un futuro perfecto. «Los adolescentes de hoy están expuestos las 24 horas y las redes sociales impactan directamente sobre sus anhelos aspiracionales. Observar una vida perfecta, en lugares de ensueño, con cuerpos esculturales, sin preocupación monetaria, con la pareja ideal y con situaciones personales idílicas provocan en el joven una gran frustración por no poder obtenerlo, además de favorecer los casos de bulimia y/o anorexia nerviosa. Esto se puede denominar bulling social, cuando la sociedad ‘obliga’ con mensajes subliminales a tener una imagen perfecta de éxito mediante la obtención de ‘likes’ y de la aprobación continua«.
El suicidio desde los centros salesianos
A las cuatro causas que explica Jordi Royo, Irune López habla del malestar profundo y no consciente con su vida, con lo que están viviendo, con un sentimiento negativo que no les hace relativizar los problemas o compartirlos.
En los colegios salesianos, desde su enfoque preventivo, intentan estar cerca de cada chico o chica para que puedan desahogarse y compartir sus malestares e inquietudes. Esta cercanía les permite observar e indagar delicadamente sobre sus situaciones personales. Unido a todo esto, promueven un clima optimista que favorezca pensamientos positivos.
Protocolo de actuación
“En cuanto detectamos alguna situación, derivamos a salud mental; pero en general las listas de espera son bastante elevadas. Nos preocupa mucho la respuesta que estamos dando como sociedad a estos chicos y chicas en situaciones tan urgentes.
«Muchas autonomías han ido creando protocolos para los colegios. En la mayoría de los casos se nos pide a los departamentos de Orientación hacer un seguimiento de estos niños, adolescentes o jóvenes; pero no es fácil. Pensemos que en muchos colegios hay un orientador para todo el centro o por etapa y tiene muchas tareas que atender”, comenta Irune
Preocupados por el aumento de este tipo de comportamientos, desde los centros tratan de ofrecer sesiones sobre el tema en las tutorías de grupo.