Por ANS – Agencia de Noticias Salesianas
«Pobres jóvenes si, además de todo lo que toca vivir en estos momentos, les matamos, anulamos o mutilamos sus sueños, sus deseos de hacer algo grande y bello con sus vidas.
A todos ustedes, amigos y amigas del carisma de Don Bosco en todo el mundo, les hago llegar un saludo que tiene una hermosa connotación de cercanía, de espíritu de familia, de parte del mismo Santo Padre Papa Francisco a toda la familia salesiana, y en este caso concreto dirigiéndose a nosotros, salesianos de Don Bosco, en el tiempo en el que estábamos celebrando nuestro Capítulo General.
El Santo Padre, este hombre de Dios sencillo y que es el “líder” de mayor credibilidad en el mundo, este hombre de Dios que rezaba solo el 27 de marzo en una tarde, casi noche, lluviosa en una plaza de San Pedro totalmente vacía, este hombre de Dios que rezaba por la humanidad, quizá nunca tan prometeica como en el presente siglo y, al mismo tiempo, nunca tan frágil al ser golpeada por un virus que ha paralizado el plantea tierra, este hombre de Dios que en esa oración nunca estuvo tan sólo pero al mismo tiempo nunca estuvo tan acompañado, tres semanas antes quiso hacerse presente en nuestro Capítulo General a través de un mensaje que no tiene nada de protocolario y todo de familiar, de propositivo y de interpelante desafío para los hijos de don Bosco.
Entre las muchas cosas significativas que nos dice, el Papa Francisco termina diciéndonos cuanto sigue: “Quiero ofrecerles estas palabras como las “buenas noches” en toda casa salesiana al finalizar la jornada, invitándolos a soñar y a soñar a lo grande. Sepan que el resto se les dará por añadidura. Sueñen casas abiertas, fecundas y evangelizadoras capaces de permitirle al Señor mostrar a tantos jóvenes su amor incondicional y les permita a ustedes gozar de la belleza a la que fueron llamados. Sueñen… y no sólo por ustedes y por el bien de la Congregación sino por todos esos jóvenes privados de la fuerza, la luz y el consuelo de la amistad con Jesucristo, privados de una comunidad de fe que los contenga, de un horizonte de sentido y de vida, ¡Sueñen… y hagan soñar!”
Que hermoso desafío para tantas personas que formamos parte de esta familia de don Bosco y tantos otros que sienten una gran simpatía por este santo que vivió para los jóvenes, para sus muchachos y muchachas (en el caso de las niñas, por medio de las Hijas de María Auxiliadora, que también don Bosco soñó y fundó con María Dominica Mazzarello), como monumento viviendo a María Auxiliadora.
No estoy silenciando ni ignorando el dolor de la humanidad en esta grave crisis que vive el mundo; crisis sanitaria a causa de la grave pandemia que se ha cobrado ya en el momento en que escribo estas líneas casi 377.000 vidas. No ignoro otra más grave crisis que es la de la falta de salario y alimentos para decenas de millones en el mundo, con más de 100.000 millones de personas que en dos meses han perdido su trabajo, en unos casos con alguna ayuda asistencial de los estados, pero en la mayoría de los casos sin tener alternativa. No olvido tanto dolor en las familias y en los niños, niñas y jóvenes, especialmente los más pobres, que por cierto, siempre son los más afectados por cualquier cosa que golpea nuestras sociedades, aunque aparentemente no tenga nada que ver directamente con ellos.
Pero justamente porque no ignoro esta realidad, porque no miro hacia otro lado es por lo que creo que es casi de emergencia hacer realidad estas palabras del Papa Francisco, es decir, acoger como mirada y acción el ayudar a los jóvenes a soñar, y soñar a lo grande, porque se puede ser realista y soñar a lo grande. Pobres jóvenes si además de todo lo que toca vivir en estos momentos, les matamos o anulamos o mutilamos sus sueños, sus deseos de hacer algo grande y bello con sus vidas. Qué les puede quedar si no encuentran un fuerte sentido para vivir sus vidas, un sentido que les dé motivación y energía cada mañana.
Me preguntaba si nosotros adultos nos acordamos de los propios sueños ¿Ustedes los recuerdan? Quiero pensar que sí y que de algún modo se están haciendo realidad.
Pues bien, sigamos pensando, en un siglo donde tantos dicen que las utopías han caído, que es posible ofrecer horizontes, ideales y sueños; sigamos pensando y deseando que pasada esta pandemia nuestro mundo, nuestras sociedades, no vuelvan y no volvamos totalmente a repetir lo que vivíamos y hacíamos, como queriendo ganar desaforadamente el tiempo perdido. Creo que hay realidades que podríamos repensar, como por ejemplo tomarnos muy en serio que nuestra casa común que es el planeta tierra pueda sentirse mejor y respirar más profundamente, ya que lo que le damos nos lo devuelve, ya sea como vida, ya sea como malestar. Quiero soñar y desear que no renunciamos a dar pasos en favor de unas realidades sociales siempre más justas. Quiero soñar y desear que el racismo de algunas partes del mundo (mucho más presente de lo que se cree), pueda ir desapareciendo.
Quiero soñar y desear que confiaremos y creeremos más en los jóvenes y las generaciones que nos seguirán.
Por eso hago mías las palabras del Papa Francisco, soñando y haciendo soñar a aquellos con quienes me encuentro.
Que el Buen Dios les bendiga.