“En esta realidad indígena, me veo parte del sueño de tantos otros soñadores… y como reto del CG 27, que nos llama a ser Don Bosco en las fronteras reales de las periferias y donde se necesita una presencia profética y evangelizadora”. Así lo manifiesta el diácono José Alves de Oliveira, brasileño, misionero entre los Chavantes.
Fue durante mi noviciado en 2003 cuando tuve mi primer contacto con la población indígena: parte de esta fase formativa consistía en conocer las comunidades indígenas de Bororos y Chavantes, la misión Salesiana del Mato Grosso. Resultó un contacto muy significativo: pedí y fui enviado a hacer el trienio práctico entre los Chavantes de San Marcos. Esta experiencia misionera continuó en las vacaciones durante los años de los estudios de teología.
En 2011 me ordené de diácono en San Marcos y me destinaron a la comunidad salesiana misionera de la parroquia ‘personal’ de Santo Domingo Savio de Nueva Xavantina. La finalidad era trabajar por la población indígena Chavante de la región.
En 2013 formé parte de la comunidad salesiana de Sangradouro, donde viven los indígenas Bororos y Chavantes. Allí fui maestro, coordinador del grupo juvenil, animador de la liturgia, de las fiestas culturales y del Oratorio; me ocupé de escribir la historia de esa Misión salesiana en los últimos 50 años: el funcionamiento de la central eléctrica, el trabajo agrícola y los menesteres cotidianos de la comunidad… Actualmente estoy de nuevo en la Parroquia Personal Santo Domingo Savio. La parroquia abarca dos Diócesis y una Prelatura, cuatro territorios indígenas, más de 150 aldeas, una enorme extensión territorial y una población de unos 15000 indígenas.
Soy consciente de ser una persona que por el bautismo he sido llamado a vivir como Don Bosco en el Espíritu de Jesucristo. El Papa en su Evangelii Gaudium, llama la atención sobre esta importante dimensión misionera de Jesús, que debería caracterizar a la comunidad de los que le siguen.
Don Bosco entendió bien esa llamada y mandó misioneros a los indígenas de América. Muchos misioneros dejan su patria y se dedican a esta labor con fe y amor. Así, en esta realidad indígena, me veo parte del sueño de tantos otros soñadores… y como reto del CG 27, que nos llama a ser Don Bosco en las fronteras reales de las periferias y donde se necesita una presencia profética y evangelizadora. Consciente de mis límites, pero con el corazón abierto y disponible para Dios y para el prójimo, sé que algo nuevo puede nacer aquí. Esto lo demuestra Don Bosco y tantos misioneros que han dado su vida por los pueblos indígenas.
Hay ciertos desafíos: el conocimiento de la lengua y la cultura Chavante, la evangelización inculturada, la adaptación de la mentalidad pastoral, la apertura a la novedad, la superación de los conflictos internos y extremos (entre indígenas y no indígenas) mediante el diálogo y la aceptación recíproca, la falta de recursos materiales para un trabajo más significativo.
Pero el trabajo misionero salesiano con los indígenas produce sus frutos. Sobre todo me siento feliz por el trabajo realizado por la Misión Salesiana, demuestra que la lucha y los sueños continúan; lo poco que tenemos, cuando se comparte, se hace mucho.