Un cuatro por ciento de los declarados santos por la Iglesia son niños, cuatrocientos sobre el total de diez mil canonizados y beatificados. Una mayoría lo son en cuanto mártires, pero otros no, alcanzando a muy temprana edad un grado heroico en las virtudes. Brian O’Neel detalla algunos casos en el National Catholic Register:
Cuando el Papa Francisco canonizó a los niños, hermanos y videntes Francisco y Jacinta Marto el 13 de mayo pasado, centenario de la primera aparición de la Virgen María en Fatima, los añadió a la larga lista de niños y jóvenes que están en algún punto del camino hacia la santidad. Ciertamente, el número de niños santos es un porcentaje pequeño de los diez mil santos y beatos reconocidos por la Iglesia.
A pesar de ello, con más de cuatrocientos, el número de santos niños conocidos es considerable. Este número incluye siervos de Dios, venerables, beatos y santos y abarca tanto a los que vivieron vidas verdaderamente heroicas, como a los que se cuentan como mártires porque sus padres les sostenían entre sus brazos en el momento del martirio. Según una investigación llevada a cabo por el Register utilizando las fuentes más fácilmente disponibles, hay 429 niños y jóvenes -incluyendo adolescentes- que pueden ser llamados, en líneas generales, sanctus, palabra latina para "santo". Esta lista incluye 210 siervos de Dios, 15 venerables, 84 beatos y 120 santos.
Esta cifra, sin embargo, no incluye a los Santos Inocentes, porque no podemos saber cuántos niños había en ese grupo. Pero sí incluye, en cambio, a los 110 niños martirizados durante la Revolución Francesa, todos ellos siervos de Dios.
En líneas generales, el 40% de los santos son mujeres. Hay un niño beatificado cuyo sexo es desconocido, porque sufrió el martirio (técnicamente, muerte in odium fidei, es decir, por odio a la fe) dentro del vientre de su madre pocos días antes de su nacimiento, junto a sus seis hermanos [y sus padres].
Ciertamente, si no fuera por el martirio, tendríamos pocos niños santos, si bien en la Iglesia primitiva hubo santos mártires como Tarcisio, Ágata, Inés y Fe. Incluso entonces, los niños sumaban sólo unos pocos puñados de almas santas. Entre el siglo V y el siglo XV la Iglesia ganó por lo menos tres niños santos cada siglo. Pero fue a principios del siglo XVI cuando el número de niños santos aumentó netamente, debido sobre todo al martirio.
Dos santos y un punto de inflexión
El siglo XX fue también el siglo en el que la Iglesia empezó a acoger a santos niños no mártires. Hasta los años 50, aproximadamente, existió una división entre los teólogos. Algunos creían que los niños podían demostrar virtudes heroicas, la cualidad clave buscada en las llamadas causas como "confesor". Otros afirmaban que los niños no tenían la madurez necesaria para controlar sus pasiones, algo que ellos consideraban ser el componente fundamental de dicha virtud.
Con las canonizaciones de Santa María Goretti y de Santo Domingo Savio, a principios de los años 50, algo empezó a cambiar lentamente. Fue entonces cuando, con los cambios introducidos por el Papa San Juan Pablo II en el proceso de canonización, las causas de jóvenes santos empezaron a proliferar.