Además del emotivo reencuentro y una Eucaristía familiar, los asistentes se llevaron un bonito y exclusivo obsequio, un pin bañado en plata con la imagen emblema de la obra, la espadaña y veleta que coronan las instalaciones del colegio. Culminando la fría jornada con un ágape en el pabellón del colegio y una fotografía familiar, bajo el reclamado sol, entonando himnos y cantos que han marcado tantas generaciones. Algunos de los asistentes se interesaron por conocer el estado actual de las instalaciones, por lo que se realizó una improvisada visita por aquellos lugares que marcaron la infancia, adolescencia y juventud de los participantes junto a las últimas reformas, desconocidas por muchos.
Deseando repetir y ampliar esta experiencia. Tras esta primera cita vendrán más, anualmente y quizás, tras esta semilla nazca el fruto de una nueva “Asociación de Antiguos Alumnos del Oratorio”, en la que “los hijos e hijas de Don Bosco” seguirán dando muestras de su honradez como ciudadanos y bondad como cristianos, pilares de la educación que recibieron antaño.