Según los artículos 63-76 de las Constituciones de las Hijas de María Auxiliadora la palabra “identidad” podría ser un buen resumen de lo que significa ser agente de pastoral en clave salesiana.
La misión salesiana es variada en lugares, tipos de obra o identidad del educador (laico, consagrado u ordenado). También cambia la experiencia de misión que hace una misma persona, incluso si está en un mismo lugar, en distintas etapas de su vida. Pero la finalidad que mueve a todo educador salesiano siempre permanece. Este objetivo último es promover integralmente al joven y ofrecerle un proyecto cristiano de educación apoyado en la caridad de Cristo Buen Pastor.
Como toda su vida, Don Bosco basó su Sistema Preventivo en la vida sacramental y en el amor a María Auxiliadora. Estas dos fuertes columnas, vividas en primera persona por el agente de pastoral salesiano, nos mueven a educar a los jóvenes con capacidad de juzgar rectamente, de optar con libertad y de servir a los hermanos, descubriendo en su propia vida y en cuanto les rodea la presencia de Dios. Cuando esto se vive desde el espíritu de familia, se crea entre los educadores y con los jóvenes un clima de espontaneidad, amistad y alegría que define la misión salesiana.
El educador salesiano vive la misión como don, como gracia recibida que debe hacer crecer con su trabajo y su oración a lo largo de toda la vida. Lo hará desde su propia realidad personal, desde el lugar donde se encuentra, desde el contexto social y personal de quienes acompaña, pero siempre, sea cual sea la tarea concreta, con la certeza de que ser misionero es parte de la identidad salesiana.