“Camina sola y llegarás antes, camina acompañada y llegarás lejos”. Quisiera comenzar estas sencillas líneas sobre lo que significa la vida en comunidad con esta frase, a la que volveré después.
La vida en comunidad es inseparable de nuestra consagración religiosa, “el pack viene junto”, y cuando comienzas a desenvolver ese pack y a mirar las instrucciones para saber cómo vivirlo, te encuentras con indicaciones como éstas: vivir y trabajar juntas en el nombre del Señor, servir al Señor con alegría en un profundo espíritu de familia, procurar formar un solo corazón y una sola alma. En las Constituciones de las Hijas de Mª Auxiliadora, es dónde las encontramos y es bonito observar como el título que las recoge dice: “Nuestra vida fraterna”. Porque es eso hacia lo que caminamos día a día, con nuestras dificultades y cansancios que no faltan, pero con la certeza de que merece la pena porque el vínculo que nos une es la fe en Aquel que nos llamó a todas a seguirle para entregar nuestra vida a los jóvenes.
Después del camino recorrido como salesiana, vas descubriendo que la comunidad es la fuerza que nos da el Espíritu Santo para caminar cada día sabiendo que nadie eligió vivir con las personas que están a su lado, pero que Dios sí nos eligió para ser testimonio de que es posible vivir el amor cuando está hecho de escucha, de comprensión, de perdón. Podemos caminar solas aun estando acompañadas, ese es el riesgo, porque nos atrae llegar antes y no esperar por los demás.
También quienes seguían a Jesús tuvieron esa tentación, pero Él nos mostró que la vida en comunidad es descanso para el alma cuando la misión es difícil, es alegría compartida cuando descubrimos como Dios se abre paso en nuestra realidad, es discernimiento común para entender dónde el Señor nos llama a estar hoy, es perdón y acogida continua de nuestras fragilidades. Solo la fe sostiene nuestra vida en común y nos ayuda a hacer de nuestra comunidad “la casa del amor de Dios”, como quiso Madre Mazzarello.
Y un amor que no es irreal, que no es inalcanzable, cuando Dios habita en ella.