«Jesús le responde: «¿Qué tengo yo contigo, mujer? Todavía no ha llegado mi hora». Dice su madre a los sirvientes: «Haced lo que él os diga» (Jn 2,4-5)
El episodio de las bodas de Caná, narrado por el evangelista Juan, es sin duda uno de los textos evangélicos más conocidos y habituales cuando se quiere hablar de la figura de la Virgen. Por eso quiero traerlo en este mes de mayo, mes de María.
Ella, una vez más, nos señala el camino a seguir, apuntando hacia su hijo Jesús: “Haced lo que Él os diga”. Estas palabras, dirigidas a los sirvientes de la boda, nos las dirige hoy a cada uno de nosotros. María nos las entrega como su deseo más profundo: escuchad a mi Hijo, seguidle, obedecedle, haced lo que Él os diga.
Este texto nos evoca otro episodio de la vida Jesús, narrado no por Juan sino por los sinópticos, el de su bautismo. En él se escucha una voz desde la nube diciendo: «Este es mi Hijo amado, escuchadle» (Mc 9,7).
En ambos, el mensaje es el mismo. Jesús ha de convertirse para el cristiano en su centro. La vida cristiana no es más que un continuo tratar de escuchar la voluntad de Jesús para ponerla en práctica. “Señor, qué quieres de mí” debería de ser nuestra ininterrumpida oración. Él así se lo enseñó a sus discípulos con su propia vida: «¡Abbá, Padre!; todo es posible para ti; aparta de mí esta copa; pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieras tú» (Mc 14,36). Jesucristo es quien vive cumpliendo la voluntad de su Padre; el cristiano vive tratando de hacer siempre su voluntad; María nos señala a Jesús para que nuestro actuar sea en todo momento acorde con la voluntad de su Hijo. Esta es la mejor forma de honrarla. Mirándola a ella pregúntate: ¿vivo así mi fe?