Por Miguel A. Álvarez, sdb
«“Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?; ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?”. Y el rey les dirá: “Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de éstos mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis”» (Mt 25,37-40).
Estamos iniciando un nuevo año litúrgico, a las puertas también de un nuevo año. Lo hacemos en este tiempo del Adviento, que nos prepara a la Navidad, a la vez que inmersos aún en esta pandemia que, desde hace unos meses, ha trastocado nuestra vida y, seguro, también nuestra fe.
En este contexto, traigo a este rincón bíblico unos versículos del capítulo 25 de Mateo correspondientes al llamado juicio final. Lo hemos leído hace unas semanas en la liturgia dominical. Ante la pregunta de cuándo te vimos, la respuesta del rey no deja lugar a dudas: cada vez que… conmigo lo hicisteis. Así, Jesús se identifica con el prójimo, con esos mis humildes hermanos. Repasemos lo que ha sido este año que termina: ¿cuántas veces he visto a Jesús en sus humildes hermanos, en el necesitado, en aquel vecino o familiar que me pedía ayuda sin recibirla, en aquel compañero o amigo solo al que le cerré mi puerta, o en aquella persona víctima de mi egoísmo, indiferencia, pecado o imprudencia?
Esta pandemia está poniendo a prueba nuestra solidaridad como sociedad, pero también como persona y como cristiano. Y ello no sólo porque se multipliquen los rostros de Cristo sufriente tras tanta gente necesitada y golpeada por la crisis, sino también porque, frente a comportamientos incívicos o que ponen en peligro la salud de los demás, vemos el testimonio de tantas personas entregadas generosamente a aliviar el sufrimiento ajeno. ¿En qué grupo te sitúas tú?