Como el mismo Don Bosco recuerda en las “Memorias del Oratorio”, un constante goteo de ayudas y solidaridades era el “pan nuestro de cada día” en los inicios de su obra. Y nunca mejor dicho. Ante tantos gastos y necesidades, el panadero no cobraba hacía tiempo. En aquellos días, como en tantos otros momentos, el panadero – cuenta Don Bosco – “empezaba a poner dificultades en el suministro del pan”.
¿Quién sabe cuántas veces habría avisado a Don Bosco de la deuda contraída con él? ¿Cuántas veces habría amenazado con dejar de servirle? Pero los chicos del Oratorio sabían que el Padre Dios les daría siempre el pan de cada día. Así fue. Entre todos los benefactores y amigos de la obra de Don Bosco, el Conde Cays (que años más tarde se hará salesiano y sacerdote), saldó la vieja deuda de 1200 francos con el panadero. Y continuó el suministro. Y hubo pan. Y nuevas escuelas. Y nuevos talleres. La Providencia.
Tiempos épicos de necesidad y de gracia. De confianza ilimitada en Dios y de temeridad. Pero los sueños se hacen siempre realidad cuando de por medio está la tenacidad de la fe, el aliento de la esperanza y el ardor de la caridad. Y Dios hace llegar siempre el pan a sus hijos, aunque para ello alguien tenga antes que pagar la deuda con el panadero.
José Miguel Núñez. Director de la CP Bartolomé Blanco