José Miguel Núñez, director de la CP Bartolomé Blanco.
La preocupación por las misiones en países aún por evangelizar fue siempre una constante en la mente y en el corazón de Don Bosco. Desde muy joven, siendo seminarista, manifestó una especial inquietud por llevar el Evangelio a los pueblos donde no había llegado la luz de Jesucristo.
Siendo ya sacerdote, sus chicos en el Oratorio le escucharon muchas veces hablar sobre las misiones. Los encandilaba con sus sueños misioneros y les hacía vibrar con horizontes de expansión de la obra de Valdocco más allá de los mares.
Una vez más, la Providencia y los sueños. Don Bosco miraba lejos. Parecía una locura. Apenas un germen, apenas una planta recién nacida y ya pensaba Don Bosco en trasplantar su Congregación a otras tierras. No había muchos medios. No había muchos recursos. Pero en 1875, pocos años después de la fundación de los Salesianos, tuvo lugar la primera expedición misionera a la Patagonia y a la Tierra del Fuego en Argentina.
No escatimó esfuerzos Don Bosco. Uno de sus mejores hombres, uno de sus primeros muchachos, iba al frente del grupo. Juan Cagliero y un grupo de nueve italianos entusiastas iniciaban la obra salesiana en otros países, otros continentes, otros contextos.
Hasta los confines del mundo. El corazón de Don Bosco sigue necesitando jóvenes audaces que quieran llevar la Palabra de Dios a todos los rincones de la tierra. Nuestra familia es misionera y necesita hombres y mujeres que con el entusiasmo y la valentía de nuestro padre quieran llevar el amor de Dios a los jóvenes más pobres. ¿Te animas? Hay un sitio para ti.