No volvemos a nuestros orígenes llevados por la nostalgia, sino buscando lo elementos inspiradores que propiciaron aquella respuesta tan original y creativa que surge en el corazón de aquel joven sacerdote. D. Bosco no inventó esta respuesta de educar e instruir a los jóvenes en los días festivos. El adoptó una formula que ya existía y la hizo suya aportándole toda su originalidad.
El mismo D. Bosco nos explica como surgió: “La idea del oratorio nació de frecuentar las cárceles. En estos lugares se encontraban muchos jóvenes de inteligencia despierta, de buen corazón, capaces de ser el consuelo de sus familias y sin embargo estaban allí encerrados, envilecidos, convertidos en el oprobio de la sociedad. Eran infelices más por falta de educación que por maldad. A media que se les hacia sentir la dignidad del hombre, apenas se hacía resonar en sus mentes el principio moral y religioso, experimentaban en el corazón el placer que no sabían explicar, pero que les hacía desear ser mejores”. En una petición de ayuda económica, escribe. “El sacerdote Giovanni Bosco, con el deseo de procurar a los jóvenes más abandonados todas las ventajas civiles, religiosas y morales que le fuese posible, durante el año 1841 comenzó a reunir a un cierto número en un lugar perteneciente a la iglesia de S. Francisco de Asís. Las circunstancias del lugar limitaban el número a setenta u ochenta”.
Esta transformación fue fruto de un proceso personal vivido, experimentado, reflexionado y rezado. El Oratorio de Valdocco es D. Bosco mismo, su persona entera puesta al servicio de los jóvenes. El objetivo del Oratorio no era simplemente entretener y divertir en los días festivos. El objetivo era educar integralmente en todas las dimensiones de la persona. Don Bosco propone el oratorio, como cualquier lugar, ambiente o espacio educativo organizado “a medida de los muchachos” en todos los niveles: religioso, cultural, recreativo.
Por eso cada equipo de animadores, al igual que hizo aquel joven sacerdote de Turín, está llamado a mirar a su alrededor y descubrir con ojos evangélicos cual es la situación real de los jóvenes en su contexto. No se trata de imitar tal cual la experiencia de D. Bosco. Se trata de seguir un proceso similar de discernimiento y reflexión. Eso si, haciéndose preguntas parecidas. ¿Dónde están los jóvenes? ¿Cuáles son sus esclavitudes? ¿Cómo acompañarlos? ¿Cómo ayudarles a recuperar la dignidad?
En cada lugar se darán respuestas diferentes, pero para que un centro Juvenil sea salesiano no puede faltar:
- La presencia-participación en la vida misma de los jóvenes.
- Respuesta a tiempo pleno según las necesidades de los jóvenes.
- Proyecto Educativo integral: “Honrados ciudadanos y buenos cristianos”
- El protagonismo juvenil como pilar fundamental.
- Centralidad de las personas y de las relaciones interpersonales
- Impulso misionero y abierto a la zona.
Seguimos adaptando nuestra respuesta a las necesidades de los jóvenes. Sigue constituyendo un ambiente singular de nuestra pastoral desde donde se desarrollan proyectos de educación no formal, de evangelización, y de acción social. Es una presencia en la sociedad y en la zona, en donde actúa armónicamente con otras instituciones e iniciativas por y para los jóvenes.
Fco. J. Pérez Camacho
Delegado Inspectorial de Pastoral Juvenil