Francisco J. Cánovas, Comisión Inspectorial de CCJJ
“Don Bosco es el primer santo que funda una Congregación no sólo en favor de los jóvenes, sino juntamente con los mismos jóvenes” (Cuadro de referencia de la PJ salesiana). Y es en esta intuición de protagonismo juvenil que se ha ido prolongando con el paso de los años, donde situamos al centro juvenil como lugar vocacional.
Todos sabemos que el proyecto educativo pastoral salesiano está dividido por cuatro dimensiones que actúan como vasos comunicantes y se alimentan mutuamente:
- Dimensión de la educación a la fe
- Dimensión educativa y cultural
- Dimensión de la experiencia asociativa
- Dimensión vocacional
Esto quiere decir que en el centro juvenil también se acompaña el descubrimiento de la vocación y el propio proyecto de vida dirigidos a un compromiso de transformación del mundo según el proyecto de Jesús y su Evangelio. De hecho, todos los proyectos educativo-pastorales van encaminados a este horizonte último.
La Propuesta Educativa de los Centros Juveniles nos recuerda que en este ambiente educativo, se ayuda a pasar de los grupos espontáneos a unos grupos más estables y definidos, tratando de favorecer la creación de una comunidad educativa juvenil en la que los jóvenes y animadores viven una misma experiencia y descubren una vida con sentido.
Para muchísimos jóvenes, nuestros centros juveniles son la puerta de acceso a la Iglesia. El ambiente que se logra vivir en nuestras casas, gracias a los centros juveniles, empuja a los adolescentes y jóvenes a conocer, primero; y comprometerse, después, en multitud de proyectos sociales y eclesiales; a insertarse en el itinerario de educación en la fe y establecer comunidades de creyentes; a formular el propio proyecto de vida; a optar por el acompañamiento personal… Además, como señala el salesiano Jorge Juan Reyes en su libro “Vocación y vocaciones”, hay otros elementos a tener en cuenta en el discernimiento vocacional y que también los encontramos en el día a día de nuestros centros juveniles: la celebración de la liturgia, los momentos de oración, la comunión eclesial, el ejercicio del servicio fraterno y el testimonio del Evangelio.
En cualquiera de nuestras casas, no nos resulta difícil encontrar personas que han construido su proyecto personal a partir de la experiencia vivida en el centro juvenil. Su contacto con Jesús de Nazaret y el conocimiento de la obra de Don Bosco ha crecido a través de la experiencia educativa y pastoral en el centro juvenil, como destinatario primero y en mayor profundidad, como animador después. ¿Cuántas horas de formación, oración, celebración, convivencia, programación, evaluación, encuentros… tienen en sus mochilas vitales nuestros animadores y animadoras? ¿Cuántas familias se han originado en el centro juvenil? ¿Cuántos educadores implicados y comprometidos con el estilo salesiano en nuestras escuelas y plataformas sociales vieron nacer su vocación en el centro juvenil? ¿Cuántos jóvenes decidieron formarse profesionalmente como maestros, profesores, educadores o trabajadores sociales a raíz de su experiencia en el centro juvenil? ¿Cuántos jóvenes han decidido quedarse en la casa de Don Bosco para siempre o en alguno de sus grupos de la Familia Salesiana después de pasar por el centro juvenil?
Como podemos comprobar fácilmente, ese horizonte último de la pastoral juvenil salesiana que es la de acompañar a cada joven en la búsqueda concreta de su propia vocación, sigue latiendo con fuerza en nuestros centros juveniles. Nos toca a nosotros seguir trabajando y comprometiéndonos por continuar haciendo actual la intuición de Don Bosco y su oratorio de Valdocco: que nuestros centros juveniles sigan siendo lugares vocacionales.