Construyendo Europa desde los centros juveniles

24 septiembre 2019

María Rabinal, comisión inspectorial de oratorios y centros juveniles

Los canales venecianos, el Partenón, la Tour Eiffel… En Europa hay miles de lugares preciosos a los que viajar. Pero hoy no me voy a centrar en lugares, sino en personas. Y es que cualquiera se quedaría fascinado al descubrir la diversidad cultural que existe en nuestra Europa.

Hace un año nos aventuramos a organizar una actividad internacional cerca de casa: en el Santuario de Santa María de Bruis, en el Pirineo oscense. El Aragón Salesiano acogió, del 20 al 25 de agosto de 2019, el “Summer School of Animators”, una actividad internacional organizada por la Federación MAÍN, la Confederación Don Bosco y la Don Bosco Youth Net (DBYN), tres entidades dedicadas a los centros juveniles de Salesianos y Salesianas.

Tras años participando en actividades de este tipo, me encontraba un caluroso martes de agosto en la Estación Delicias de Zaragoza esperando a casi 30 personas procedentes de diferentes países europeos: Malta, Italia, Bélgica, Grecia, Ucrania, Alemania, Austria, Eslovaquia, Montenegro y España.

Un juego para conocerse por aquí, unos bailes por allá… Y enseguida entramos todos en dinámica. Durante esos días, los formadores (en inglés les llamábamos “trainers”) de la DBYN realizaron formaciones sobre temas de actualidad: inclusión, redes sociales, apps… Utilizaban metodologías activas en las que estaba muy presente la comunicación entre los participantes, de tal modo que se logró una gran confianza ya en las primeras horas del encuentro. Y todo ello, en clave salesiana, con el ambiente de acogida tan típico de Don Bosco, los momentos de Buenos días y Buenas noches que invitaban a reflexionar individualmente y en grupo y culminando con una Eucaristía en inglés con gran esfuerzo del salesiano allí presente.

Los alemanes no suelen cenar a las 21h, los ucranianos no suelen bañarse en una piscina entre montañas y los españoles tampoco solemos tomar pepino para desayunar. Somos diferentes, sí, pero lo que está claro es que la interculturalidad es un punto fuerte de Europa, que nos enriquece y crea un continente lleno de diversidad. Somos uno. Todo el mundo debería vivir una experiencia así que le permita abrir los ojos a otras realidades para lograr empatizar más con el prójimo, ya sea un europeo a 10.000 km de distancia o el compañero de trabajo con el que no concuerdas. Porque, como dicen, “la unión hace la fuerza”.

 

 

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