Por: Jorge Juan Reyes
Juan Manuel Gómez Alarcón nació en Albacete, en el año 1967. Es el mayor de cuatro hermanos. Hizo la carrera de magisterio y los estudios de Filosofía y Teología. Fue alumno del colegio salesiano de su ciudad natal. Estando en 8º de EGB (Educación General Básica), con 14 años, comenzó a plantearse su vocación. Todo surgió de una amanera muy peculiar. Un día, cerca ya del final del curso, el director del colegio fue llamando a cada uno de los alumnos de 8º para preguntarle qué iban a hacer al acabar el curso. Juanma, que en aquel momento no quería seguir estudiando, le respondió, para salir de aquella situación comprometida, que estudiaría algún oficio en la Formación Profesional. Más tarde, en el recreo, fueron preguntándose unos a otros qué era lo que le habían respondido al director. Uno de sus compañeros le contó que él había dicho que le gustaría estudiar para ser salesiano. Juanma quedó sorprendido con aquella respuesta de su compañero. A partir de aquí, inició su proceso de discernimiento. Hoy se siente feliz y da gracias a Dios por el hermoso regalo de su vocación, y por la manera tan sencilla de descubrirla.
VyS: Juanma, ¿dónde te encuentras ahora y qué es lo que estás haciendo?
J: Ahora estoy en Mérida, con la pastoral de la casa salesiana de esta ciudad.
VyS: ¿Cómo fueron tus primeros pasos vocacionales?
J: Ya he contado cómo surge la llamada de Dios. Al acabar ese curso de 8º de EGB me fui al aspirantado, que entonces estaba en la Casa Salesiana de Burriana. Allí estuve tres años. Después el prenoviciado en Alicante. En estos años estudié BUP y COU y empecé a tener un acompañamiento. Inicié una vida más regular y seria de oración. Fui conociendo a Don Bosco y a los salesianos y a formar comunidad con los compañeros que estaban conmigo y que, algunos de ellos, siguen como salesianos.
Después pasé un año en mi casa y ya marché a Sanlúcar La Mayor a realizar el noviciado, al final del cual, profesé, el 16 de agosto de 1987.
VyS: ¿Qué reacción tuvieron tus padres y tus amigos cuando les dijiste que querías ser salesiano?
J: Fueron muy distintas: mi padre no lo veía claro, en un principio no quería. Mi madre no puso ningún problema. Mis hermanos eran pequeños y no entendían muy bien la situación. Y mis amigos, se lo tomaron a risa, no les entraba en la cabeza que uno de ellos quisiera ser cura y no seguir el camino tradicional de una familia. De hecho empezaron a llamarme “Padre”.
VyS: Tu vocación salesiana y sacerdotal, ¿qué ha aportado a tu vida?
J: Además de conocer muchos lugares de España, me ha aportado el sentido de la vida. La felicidad de hacer aquello que quiero hacer: entregarme a Dios, entregándome a los niños y jóvenes. Me ha aportado la alegría de sentirme crecer como persona y de sentir que estoy trabajando por un mundo mejor. También me ha aportado conocer a muchas personas que me han ayudado y con las que he crecido y sido muy feliz.
VyS: Desde que uno decide que quiere ser salesiano hasta que llega a serlo (en tu caso salesiano sacerdote), ¿qué tiene que hacer?
J: Ya he dicho algunos pasos. Yo me decidí pronto. Lo primero fue hablar con el director de la casa de Albacete, en la que estaba estudiando. Luego empezar esa formación salesiana más seria, realizando unos estudios civiles serios, según correspondía a mi edad. Luego ya viene el noviciado, donde se hace la primera profesión, la formación teológica y universitaria, durante la que vas renovando esa primera profesión, hasta hacer la profesión perpetua, y al finalizar la teología, se te ordena como sacerdote.
VyS ¿Qué es lo que más te satisface de tu vida salesiana?
J: El ver la cantidad de jóvenes a los que estoy ayudando, no porque yo sea mejor que nadie, o tenga unas cualidades especiales, sino porque Dios me ha llamado a ser salesiano y me ha dado esa oportunidad.
VyS: Si conocieras a un joven que estuviera planteándose su vocación, ¿qué le dirías?
J: Yo le diría que se atreviese a dar el paso de empezar el camino yendo ahora a la Comunidad Bartolomé Blanco. Pienso que, como me pasó a mí, profundizará en esa vocación, porque hay personas que lo acompañarán y le ayudarán a discernir si este es su camino o no y, sobre todo, podrá compartirlo con otros chicos de su edad. En definitiva, será feliz, porque intenta responder a Dios.