Bryan nació el 2 de septiembre de 1979, en Guatemala, una hermosa tierra americana, de abundante vegetación, clima cálido, y con una rica y variada cultura.
Desde pequeño sintió la llamada del Señor, pero no encontró ningún modelo vocacional con el que identificarse. Como él mismo dice: “De niño soñaba con ser sacerdote. Pero conocí solamente dos tipos extremos: el ultra piadoso y el enojón. No me sentí identificado”. A los 19 años se encontró con los misioneros redentoristas. Puso su mirada en uno de ellos que le interpeló profundamente, y en él descubrió con fuerza lo que el Señor le estaba pidiendo. Bryan lo cuenta de esta manera: “A los 19 años conocí un misionero redentorista: hablaba de Dios en nuestro lenguaje, contaba chistes, era risueño y cercano. Hubo “click” inmediato. Así sí quería ser sacerdote. Ingresé en la Congregación en el 2000 y fui ordenado sacerdote en el 2010.”
A Bryan le gusta mucho hacer pastoral en las redes sociales, pintar, leer y escribir. Habla de Dios en Twitter (@el_padrecito), comparte imágenes en Instagram (@el_padrecito1) y de vez en cuando también algún meme. Se encuentra en Madrid haciendo estudios de posgrado, en teología moral y pastoral familiar. Está contento con su vocación. Considera que es un regalo que Dios le ha dado. Vive feliz.
VyS: Bryan, ¿quiénes son los redentoristas y qué misión tienen en la Iglesia actual?
B: Somos una familia misionera alrededor del mundo: religiosos, laicos y sacerdotes. La Congregación fue fundada en 1732 por San Alfonso María de Ligorio y estamos en casi ochenta países. La teología moral y las misiones son parte de nuestro carisma, así como la evangelización. El redentorista comparte la abundante salvación de Jesús.
VyS: Cuéntanos con más precisión cómo fue tu descubrimiento vocacional. ¿Cuáles fueron los signos de la llamada que se hicieron presente en tu vida?
B: Aunque de niño soñaba con ser sacerdote, puse distintas resistencias siendo adolescente. Estudié un par de años de arquitectura en Guatemala, tenía muchos planes hechos. Responder a la vocación significaba dejar varios sueños. Pero es como cuando te enamoras: el corazón sabe que vas por buen camino y, aunque tienes miedo, estás dispuesto a lanzarte. Y así fue. Algunos no apostaban. Creo que los comprendo: tenía el cabello largo, los pantalones rotos y la camisa siempre por fuera. Sin embargo, Jesús sí apostó por mí. Aquí estoy, con su gracia.
VyS: ¿Qué papel ha tenido tu familia en tu descubrimiento vocacional? Y tus amigos, ¿qué pensaron? ¿Influyeron en ti?
B: Pienso que la familia lo sospechaba. Fue más difícil para mi madre. Sentía que “Dios le quitaba un hijo”. Pasado el tiempo se dio cuenta que ganaba muchos hijos más. Mi familia se ha hecho mucho más grande. Mi padre tuvo menor dificultad. Siempre se sintió orgulloso de tener un hijo sacerdote. Mis amigos pensaban que para las “cosas de Iglesia” era mejor una persona más seria, más formal… Ellos conocían mis ocurrencias y locuras. Lo que no sabían es que Dios también se sirve de algunas locuras para compartir el Evangelio y que a veces contrata ciertas “especies distintas” a las que estamos acostumbrados.
VyS: ¿Has tenido alguna dificultad en tu proceso vocacional? ¿Cómo la has superado?
B: Me siento feliz como misionero redentorista. En esa felicidad incluyo los capítulos de dolor, como la muerte de mis dos padres. Creo que las crisis son las grandes cátedras de la vida y ahí se templa nuestra fe y nuestra esperanza. Cuando trabajaba con los seminaristas decíamos: “lo que hoy nos hace sufrir, mañana nos hace reír”. Mucho se logra de la mano de Dios, nunca solo. Aprender a pedir ayuda es todavía hoy un reto para mí. Sigo siendo peregrino, siempre en proceso de formación.
VyS: ¿Cómo ves la realidad de los jóvenes hoy? ¿Qué es lo mejor que tienen los jóvenes?
B: La pasión que irradian es de lo mejor que tienen. Esas ganas de cambiar el mundo, de soñar alto. Tienen tentaciones: ¡todos las tenemos! Uno de los retos más grandes es aprender a ver lo cool del servicio a los demás, de la entrega generosa. Recibir la sonrisa y el cariño de alguien a quien has ayudado es algo que no dan mil likes. Encontrar la brújula de la fe y compartir el viaje con otros (igual o más locos que tú) es genial. En la Iglesia necesitamos influencers que compartan semilla de buenas noticias. Ahí hay mucho espacio para los jóvenes hoy.
VyS: ¿Qué es lo que más admiras del fundador, San Alfonso María de Ligorio?
B: Alfonso fue un hombre inquieto, que se sintió instrumento de Dios para hacer mucho bien. Tuvo muchas renuncias: dejó la abogacía, la aristocracia, la herencia, etc. Pero supo compartir sus múltiples talentos para ayudar a los demás. Me encanta de él que en cuestiones de fe supo hacer sencillo lo que otros presentaban difícil. Se cuenta que una vez silenció a un misionero porque su predicación era incomprensible para la gente sencilla. Es un grande que sabe hacerse pequeño.
VyS: A un chico o chica que estuviera planteándose su vocación, ¿qué le dirías?
B: Que no deje que el miedo le paralice. Que se deje guiar por el corazón, esuchando la llamada de Jesús. Que mientras lo está discerniendo lo comparta solamente con personas sabias. Que pida mucho a Dios para poder responderle con generosidad, que no deje de orar. Que no se asuste de las renuncias: son pequeños sacrificios hoy que mañana dan mucho fruto. Muchos santos, como San Alfonso y San Juan Bosco, también recomiendan pedir la ayuda de nuestra Madre María. No defrauda a quien se acoge a su protección. Por último: que no espere que todos le comprendan. Esta locura no siempre se comprende a la primera. Dios va abriendo camino después.