Fernando Gimeno, Comisión Inspectorial de Centros Juveniles
En estos días de confinamiento, en los que no podemos estar reunidos como estamos acostumbrados, compartir nuestros problemas y crecer en grupo, es buen momento para darnos cuenta de lo que echamos más en falta y una de estas cosas es el acompañamiento. La distancia hace inevitablemente que ese acompañamiento no sea igual a lo que estamos acostumbrados y cuando volvamos a los centros juveniles debemos recordarlo.
El pasado mes de diciembre tuvo lugar el Congreso de Centros Juveniles en León y, después de varios días planteándonos cómo deberían ser nuestros centros juveniles para los jóvenes de hoy, una de esas conclusiones fue asegurando la identidad de los mismos. Esa identidad característica de los Oratorios-Centros juveniles nos dimos cuenta que pasaba por asegurar un verdadero y real acompañamiento a los jóvenes que formamos parte.
Pero esta preocupación no es algo que surja ahora. En anteriores congresos, como el celebrado en 2012, ya se estuvo debatiendo, y todos tenemos claro qué debemos hacer para llevar a cabo un buen acompañamiento y que los jóvenes se sientan acompañados. Ese acompañamiento salesiano debe procurar:
• Cuidar los procesos personales de cada joven
• Realizarse de forma personal
• Establecer una confianza mutua
• Presencia
Realmente, si nos paramos a mirar estas premisas, los centros juveniles, desde la educación no formal, tenemos una serie de características que son una ventaja para realizar un acompañamiento salesiano.
Los centros juveniles nos basamos en educar desde el tiempo libre educativo, en un ambiente distendido en el que la relación entre educador y destinatario, tanto por diferencia de edad como por ser educación no formal, nos permite educar desde la espontaneidad y eso nos permite también acompañar.
Buscar esos momentos y aprovecharlos debe ser parte de nuestra tarea como educadores salesianos. En esos momentos informales, conseguimos que los/las jóvenes nos vean como alguien cercano y con el que tener la confianza suficiente para abrirse y dejarse acompañar.
Cuando volvamos a la normalidad, la primera pregunta que se escuchará en nuestros patios será, ¿Qué tal el confinamiento? ¡Cuántas ganas tenía de volver a verte! Y seguro que más de uno necesitará que, después de esa pregunta, venga alguna otra y a lo mejor un abrazo. Ese momento es una gran oportunidad que deberemos ser capaces de aprovechar.