“Hace unas semanas llegó a los hogares de veinte familias una lechuza con una buena nueva: estábamos admitidas en la escuela de magia de Fuente del Roble.
Todas y cada una de estas familias ha sido elegida, ha sido tocada por una varita mágica para vivir una gran aventura. De esas que te llegan tan adentro que se llevan en el corazón mientras vives, de esas con las que se te dibuja una sonrisa en la cara cuando te acuerdas de mil anécdotas, de esas que te dan “gasolina” y fuerzas para afrontar nuestras luchas personales y familiares.
Y es que no es fácil encontrar un espacio de reflexión y diálogo contigo mismo, con tu pareja y con tu familia. Espacio donde no hay dobleces y donde no hay sitio para esconderse o ponerse de perfil. Aquí todo el mundo ha puesto la carne en el asador y se ha observado con precisión milimétrica pero también con mucho cariño, mirado hacia dentro. Mirar hacia dentro de uno mismo siempre da pánico, vértigo, pero en este entorno privilegiado no cuesta tanto.
Entorno privilegiado no sólo por la exultante naturaleza que nos rodeaba (ciervos y jabalíes convivían con nosotros a diario) sino sobre todo por el nivel humano y de fe de todos y cada uno de los componentes del campamento, cada uno a su estilo, cada uno de su padre y de su madre, cada uno con sus luchas y sus cruces a cuestas pero con un denominador común: hacer de estos días una experiencia maravillosa.
Así, acompañados de estas manos y agarrados a Dios, hemos ido exprimiendo prácticamente cinco días con toda su intensidad y con una vivencia plena y comunitaria. Descubrirnos a nosotros mismos, qué significa ser comunidad, el discernimiento o nuestra vocación/misión han sido los temas que hemos hecho nuestros, con los que hemos compartido adultos y niños.
Y es que el campamento ha sido de todos. Partiendo de un trabajo magnífico y altruista lleno de cariño por parte del equipo coordinador, se ha ido conformando en estos días una experiencia de comunidad difícil de transmitir en estas líneas.
Así hemos sido capaces de cumplir horarios intensos, de compartir con los demás nuestras inquietudes, de ayudar a otros, al que lo necesitaba con algún peque demasiado peque o con un problema de última hora, incluso de hacer una caminata por la vereda del río Guadalquivir hasta llegar a una zona de baño, con muchos niños pequeños, donde disfrutamos de una tarde preciosa. Tanto que llegamos a pensar: “Maestro, qué bien estamos aquí. Hagamos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías”. Así le hablaba Pedro a Jesús en el monte Tabor, en la conocida como Transfiguración del Señor. ¡Qué bien se está aquí! Y es que esta frase es la que puede resumir estos días ¡qué bien se está aquí!
Ahora queda compartir lo vivido, reflejarlo hacia fuera, que se note la recarga de pilas que ha significado la experiencia, que somos hijos de un soñador y que estar siempre alegres es la mejor forma de afrontar la vida. Somos portadores de esta magia recibida. Indudablemente hemos sido elegidos. Ahora nos toca transmitir esa magia, me atrevería a decir que estamos obligados a ello”.