Han sido muchas las vivencias en el último mes y medio, hasta este final de noviembre en que estoy escribiendo el saludo para el mes de enero, pensando en que es el mes de Don Bosco. Fueron muy intensos y hermosos los 14 días vividos en Brasil-Sao Paolo y en Recife. Fueron muy ricos los 11 días en la India (Bangalore, Guahaty y Assam, y Monbai, en la India) y fueron también muy especiales los 10 días vividos en Angola y en Mozambique.
Y hoy, cuando nos despedíamos en un lugar muy sencillo, muy humilde, celebrando la Eucaristía del domingo con 200 adultos y niños y niñas, una de ellas, en nombre de todos ellos, muchos de los cuales estaban descalzos, y no con ropas de fiesta porque no las tienen, leyó esto que les trascribo, en el momento de acción de gracias. Me pareció tan bonito que me dije que no lo día guardar solamente para mí. Me pareció tan lleno de vida que me llevó a pensar en algo que es muy cierto: Como gracia de Dios, Don Bosco sigue muy vivo en todas las partes del Mundo.
Y les contemplaba y me contemplaba a mí mismo diciéndome una vez más que nosotros, salesianos, y nuestra familia salesiana en todo el mundo realmente hemos nacido para ellos, para los más pobres y sencillos. Es aquí donde mejor nos sentimos, donde mejor nos hemos de sentir. Y pensaba en los miles de muchachitos y jóvenes que he conocido en este mes y medio de viajes, y todos ellos, en culturas diferentes y de modos diversos han dicho lo mismo.
Y pensaba que es muy cierto que Don Bosco sigue vivo hoy, vivo en tantas realidades donde miles y miles de personas siguen haciendo, en el nombre de Jesús, este su sueño. Y sigue vivo porque sigue siendo motivo de inspiración para ellos.
Y viene a mi mente, en el mismo instante en que escribo estas líneas otro hecho que confirma rotundamente lo que estoy expresando. Una semana antes, en Lwanda – Angola, visitando nuestra casa que acoge a muchachos recogidos de la calle (aquel día en número de 42 y que llevaban con nosotros entre una semana -el último llegado-, y cinco años el más ‘veterano’), uno de los muchachos que tiene una gran capacidad para cantar ‘rap’, compuso una canción con motivo de nuestra visita en la que el tema central era: yo tengo futuro. Nada está perdido. Estoy aquí y tengo futuro, YO TENGO FUTURO.
Llevaba dos años en la calle cuando la Providencia quiso que pudiéramos contactar con él. El más pequeño, el benjamín, tiene 6 años. Y mirándolos, y con el corazón lleno de emoción me decía: Don Bosco vive. ¡DON BOSCO VIVE!, en esta casa en cada uno de mis hermanos salesianos y educadores laicos que hoy le dan palabra, mirada y brazos para acoger como amigos, hermanos y padres a estos muchachos.
Tenía razón la muchachita que me pedía que les llevara en el corazón. No puedo no llevarles en el corazón después de conocerles. Y como yo, tantos de ustedes mis amigos y amigas, tantas buenas personas que siguen creyendo que juntos hacemos el bien, en un mundo en el que tantos desconfían de todo y de todos. Yo les puedo asegurar que lo que les narro es la vida misma, y como decía Madre Teresa de Calcula (hoy Santa), para cada pobre, y yo digo en su nombre, para cada muchachito, cada muchachita, cada adolescente y joven con los que nos encontramos, el encuentro no sólo no es indiferente sino que puede cambiar, para bien, sus vidas.
Gracias al buen Dios por tanto tan bello. Gracias al Buen Dios porque ellos, los más pequeños, los más sencillos, los que no cuentan nada en este mundo nos siguen haciendo tanto bien.
En nombre de Don Bosco, ¡Gracias!