Rafael Sabé Colom, misionero salesiano español en Guinea Conakry, es miembro del Grupo de Prevención Anti-ébola de la región de Siguiri, grupo que reúne a los representantes de las autoridades civiles, sanitarias, empresariales y religiosas de la zona. Misionero desde 1992, vive de primera mano la epidemia del ébola en uno de los países contagiados. En esta entrevista da las claves para entender el virus, y explica cómo se ve desde África la reacción de España. El salesiano afirma que en Siguiri rezan por Teresa Romero, y reivindica que el amor puede superar el miedo.
-¿En qué consiste el Grupo de Prevención Anti-ébola? ¿Cuáles son las claves para que Guinea Conakry sea uno de los países afectados que mejor está controlando el virus?
En la región de Siguiri, el Prefecto ha creado un grupo de prevención contra el virus del ébola. Hay que prevenirlo creando las condiciones que dificulten su transmisión, como informando y facilitando el lavado de las manos por toda la ciudad. Este grupo lo forman las fuerzas vivas de una región: las autoridades locales (alcaldes, diputados), las autoridades sanitarias (doctores, enfermeros), los representantes de la policía, representantes de empresas y las autoridades religiosas -como son el imán para los musulmanes y el sacerdote para los cristianos-. En este sentido yo soy el representante cristiano en la región de Siguiri. Este grupo sigue directamente la evolución del ébola en la región. Tenemos reuniones periódicas para reflexionar conjuntamente las soluciones a adoptar.
En este país empezó el último brote del ébola y esto ha permitido que la población haya tenido más tiempo para darse cuenta que el virus existe, es real y mata.
-¿Por qué es difícil que la población acepte la realidad del virus del ébola?
Para atacarlo hay que detectar a los enfermos, aislarlos totalmente y en caso de fallecimiento, hay que enterrarlos directamente. Y esto provoca una oposición en la población. En la tradición africana la muerte es un uno de los momentos más importantes de la vida del hombre. Es necesario honorar a nuestros difuntos. Conozco una familia que en las ceremonias funerarias perdió a nueve miembros por el ébola y varios se contagiaron, pero se han curado. Es por esto que el Grupo de Prevención hace su trabajo de sensibilización. Pero a pesar de todo aún hay contagios, aquí en dos semanas hemos tenido cinco casos. Desde mediados de agosto no habíamos tenido ningún caso. Parecía que se había dominado, pero el desplazamiento de la población ha provocado un volver a comenzar.
-¿Cómo se ve la reacción de Europa desde allí?
En primer lugar, desearía transmitir el deseo de los guineanos de que Teresa Romero se restablezca rápidamente. Hoy en la Eucaristía han rezado por ella. Como dice el slogan, “Teresa somos todos”. A ella, queremos decirle: “Teresa: desde Siguiri recibe nuestro apoyo”.
La gente en África se sorprende de la reacción de pánico que existe en España. Aquí en Guinea se cuenta con unos 778 fallecidos, pero no ha estallado el pavor español. Es cierto que en África se vive muy de cerca el sufrimiento y esto crea carácter. Hace unos días enterré a una niña de cinco años muerta de paludismo. Los hermanos de la niña estaban todos presentes. Había lágrimas de dolor en el entierro, lágrimas de amor, pero no desesperación.
-¿Qué les diría a los españoles ante el primer caso de ébola detectado en nuestro país?
En primer lugar diría que hay que superar el miedo. Yo comprendo que haya médicos que tengan miedo al ébola. El miedo te bloquea y hace que te equivoques. En el abril 2003 en la guerra de Costa de Marfil los rebeldes nos cogieron a los tres salesianos que estábamos en Korhogo y nos pegaron toda una tarde. Incluso me pusieron la pistola en la cabeza. Cuando nos liberaron, un mes más tarde, experimenté el miedo. Y el miedo me bloqueaba. Tuve que aprender a gestionar el miedo. Cuando el amor es más fuerte que el miedo a la muerte todo cambia.
-¿Cómo cree que debe un cristiano afrontar esta situación desde su fe?
La fe no es fruto de mi imaginación. La fe es una experiencia real. Cuando vives la fe como una experiencia real liberadora, entonces delante una angustia inquietante, no tienes miedo en abandonarte en los brazos del Padre que te hace sentirte hijo y que te da fuerza para amar a todos como hermanos, especialmente a los más pobres.