“Raúl Lerones: cuidar a las personas, protegerlas «

1 marzo 2017

Cerca del pabellón de la Vall d’Hebron, junto a un club deportivo de clase alta, medio escondido en un terreno que bien podría ser de nadie, hay un edificio de obra vista, de construcción post olímpica y evidente funcionalidad. Tiene un pequeño campo de fútbol que se llena de barro con facilidad.

A las cinco de la tarde de un día entre semana es fácil encontrar un grupo bastante numeroso de niños y adolescentes persiguiendo la pelota o improvisando juegos de aquellos que sólo los niños saben improvisar. Estoy en la Plataforma de Educación Social de los Salesianos en Martí-Codolar y he quedado con Raúl Lerones, su director, porque tengo ganas de conocer la trayectoria de alguien que dedica su vida a hacer mejor la de los demás.

Mientras Manolo le hace las fotos, los niños que corren por allí lo rodean. Tienen ganas de explicarle su día, que han hecho en la escuela o quizás preguntarle por qué le hacen tantas fotos. Hay personas que saben escuchar, o mejor dicho, que tienen predisposición a escuchar. Raúl es una de esas personas. Es psicólogo pero le gusta más identificarse con la profesión de educador social. Trabaja en Martí-Codolar – una de las ocho plataformas de educación social de los Salesianos en Cataluña- desde su nacimiento, en 1992, en una tarea incesante en favor de la integración de los jóvenes con problemas familiares y educativos. Paseamos por el edificio y me enseña los talleres y las aulas. En todas hay la merienda lista. "¡Tienen hambre!", Exclama sin dudarlo. Trabajan la mejora de los hábitos de consumo y de higiene, los niños reciben atención psicológica y hacen refuerzo escolar, dinámica de grupo y mejora de la convivencia.

Reciben jóvenes con todo tipo de problemáticas. Desde los que han sido expulsados ??del instituto por problemas de comportamiento, hasta los que no soportan la maquinaria educativa y los que buscan inserción sociolaboral. "Si no estuvieran aquí estarían en la calle, en una banda o delinquiendo. Queremos que salgan del rol del fracasado, el cansado y poco motivado ", argumenta. Muchos de los jóvenes que pasan allí la tarde son hijos de familias monoparentales que no se pueden hacer cargo durante muchas franjas del día. La búsqueda y el logro de "la segunda oportunidad" para estas personas es la tarea que ocupa su día a día y el del equipo de personas que trabajan con él: treinta y tres profesionales y cien voluntarios.

"La felicidad es un camino, no una meta", está escrito en un cartel colgado en una de las aulas. En otra hay un grupo de personas mayores en un curso de iniciación a las nuevas tecnologías. Paseamos también por las aulas de cocina, de cursos de camareros y de peluquería. "Tenemos un sistema educativo obsoleto. Necesitamos potenciar más la creatividad para luchar contra el fracaso escolar ", es la receta de Raúl, complicada de aplicar con eficiencia pero valiente, sin duda.

Trascendencia interior

Las ganas de ayudar a las personas acompañan a Raúl desde que era pequeño, desde los doce o trece años, cuando empezó a detectar que el contacto humano le gustaba, que se sentía bien cerca de la gente. Desde siempre al calor de la fe religiosa, quiso acompañar su formación de psicología clínica con la licenciatura en ciencias religiosas. Le interesa trabajar la interioridad, la búsqueda de sentido y la trascendencia interior y de valores con independencia de ninguna confesionalidad concreta: "La Iglesia debe estar cerca de los pobres y de la gente que sufre". En este sentido, considera que el hecho religioso puede ser útil y debe serlo.

Cuando le tocó tomar una decisión seria sobre el rumbo que debía tener en su vida, decidió dejar de lado la empresa familiar de ciencias químicas y hacer vía hacia el trabajo social. Primero en orfanatos y centros residenciales para personas desposeídas y luego como profesor de religión en varios institutos. Consiguió un hito muy remarcable: en uno de los institutos públicos donde daba clase, el 80% de los alumnos quisieron cursar su asignatura de religión, muy vinculada a la capacidad de escuchar al otro y al autoconocimiento, la humanización y el acompañamiento personal.

Durante trece años combina la docencia con el trabajo social, siempre en contacto con la población que habita en los márgenes, que no funciona bien, tristemente adscrita a la exclusión, la marginalidad, la infelicidad. Y es muy sincero: "En el sector público me agoté, no siempre está bien visto que uno se solidarice con las causas perdidas, se ponga del lado de los alumnos que no funcionan".
 
En la Plataforma Social de los Salesianos en Martí-Codolar -que dirige desde 2003- encuentra desde hace veinte y cinco años las respuestas a su vocación irreductible. Para él, tender la mano a los demás es adictivo, una droga que le hace feliz, que estimula la paciencia y potencia la creatividad. "¿Te imaginas que un día paramos? ¿Que no abrimos el centro? ", Me pregunta Raúl mientras bajamos las escaleras y nos cruzamos con muchos niños y jóvenes que entran y salen de las aulas. Cruzo la puerta y ya estoy en la calle. No hay nadie, todo el mundo está dentro, al abrigo, bajo un techo o cobijado detrás de un balón.
 

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