La presentación a los medios de comunicación de la campaña de Misiones Salesianas ‘Yo no soy bruja’, con el documental que lleva el mismo título, sirvió también para que Patricia Rodríguez, responsable del área de Proyectos, realizase una exposición sobre el informe ‘Menores acusados de brujería en la región de La Kara (Togo)’, que analiza esta realidad, sus causas, el marco jurídico, su impacto y que propone unas recomendaciones para erradicarla.
Desde la mirada occidental no es fácil entender el complejo fenómeno de la brujería. En muchas culturas es una conducta ligada con la idea del mal, y así se ha visto a lo largo de la historia a través de distintos ejemplos de lo que el temor a esta realidad ha ocasionado en la sociedad, en distintos continentes y momentos históricos.
En África subsahariana las acusaciones por brujería son frecuentes en varias zonas y aunque suele haber elementos comunes, existen muchas especificidades en la forma de representarlo en cada cultura.
Las acusaciones de brujería en la Región de La Kara, como en otras muchas zonas de África,es un fenómeno arraigado a las creencias más ancestrales.
Podría definirse como el poder de hacer daño de una persona a otra a través del mundo espiritual, cuyo resultado se manifiesta en el mundo físico, normalmente en forma de desgracia, problema económico, una enfermedad o una muerte.
Generalmente las personas acusadas de brujería responden a un patrón determinado: suelen ser personas vulnerables social, física económica o moralmente, como ancianos, mujeres viudas, discapacitados y menores.
"Las acusaciones de brujería están creciendo exponencialmente en todo el continente africano durante los últimos años. Sólo en 2013 se contabilizaron en la región de La Kara 773 casos, y en los hogares Don Bosco se ha pasado de un 20% en 2010 a casi un 40% más de menores acogidos el año pasado por este problema", comenta Rodríguez, autora del informe.
En el sistema de gobierno togolés conviven autoridades civiles, tradicionales y religiosas. La justicia tradicional la imparte el jefe Cantón, mientras que el Charlatán es quien, supuestamente, tiene poderes de clarividencia en el mundo espiritual, además de poderes curativos.
"El tratamiento impuesto por el Charlatán a los menores suele consistir en lavados diarios con brebajes y en este tiempo los niños trabajan en régimen de semiesclavitud, además de estar sometidos a malos tratos"
Patricia Rodríguez, responsable del área de Proyectos de Misiones Salesianas.
El impacto de estas acusaciones en los niños es inmenso y puede durar toda la vida: quedan estigmatizados, puede hacer que el menor sea abandonado, víctima de una violencia que puede dejarlo incapacitado y puede llegar incluso al infanticidio.