Obras Misionales Pontificias ha presentado su Memoria de Actividades correspondiente a 2018. Casi 11 000 misioneros españoles realizan su labor en los 1111 territorios de misión dispersos por el mundo, aunque más de la mitad de los misioneros españoles se encuentran en América. El P. Manuel Jiménez Castro lleva 23 años en África, primero en Togo y ahora en la República Democrática del Congo, donde es el inspector. Desde Kinshasa, la capital, coordina las 10 casas salesianas que la Congregación tiene entre el Congo y la República Democrática del Congo.
El P. Manolo es natural de Tarifa, Cádiz, y tiene 59 años. Fiel a su carisma salesiano, en las casas de las que es responsable se ocupan de la “educación y la evangelización de la gente joven, particularmente de la más desfavorecida”.
Su trabajo diario se concreta en varios frentes: por un lado, la mayoría de las casas salesianas tienen un centro de acogida para menores que no tienen familia. Muchos perdieron a sus padres durante la guerra que asoló el país; otros son repudiados después de que sus madres viudas hayan contraído segundas nupcias y no sean aceptados por los nuevos maridos de sus madres.
Pero también hay casos de niños que son echados de casa acusados de brujería. “Consideran que la presencia del muchacho en la casa puede ser fuente de desgracias y entonces para alejarse de esas desgracias y lo echan de casa”, explica el salesiano.
Para estos niños, las casas salesianas han desarrollado un sistema de formación profesional. “Tenemos talleres de carpintería, de albañilería, de mecánica del automóvil, de forja y soldadura…”, señala el P. Manolo. Estas casas también cuentan con Escuela de Educación Primaria y Secundaria, a las que también acuden niños que tienen familia.
Realizan una labor que el Gobierno de la República Democrática del Congo no tiene medios para llevar a cabo. “Ven con buenos ojos lo que hacemos. Nos apoyan moralmente, pero no económicamente. Funcionamos gracias a los dones que recibimos de bienhechores y a la realización de algunos proyectos de desarrollo, en los cuales agencias financiadoras creen en el valor de nuestro servicio y nos apoyan económicamente”.
Para el salesiano, el principal objetivo es que tengan un futuro. “Nuestra intención es dar a estos chavales la posibilidad de contar con una formación y una capacitación que les permita poder ser autónomos e independientes en la vida. El objetivo es la reinserción; familiar cuando se puede y, cuando no, al menos social”.
Además, varias de sus casas tienen también parroquia, porque los obispos les piden que colaboren con ellos en el campo de la evangelización a los jóvenes. “Al final, cada casa hace un análisis de la situación del lugar donde está, ve cuáles son las necesidades más acuciantes de la población y establece los servicios que puedan resultar más útiles”.
Un halo de esperanza
El salesiano reconoce que África es un continente con muchos problemas. “El año pasado hemos tenido toda la fase preelectoral, hasta el 30 de diciembre, que fue cuando tuvieron lugar las elecciones, en las que hubo mucha inestabilidad, y en la prensa se hablaba del Congo justamente a causa de esa inestabilidad, de la represión, de las manifestaciones… Pero muchas veces en nuestros países hay otras realidades de las que no se habla y que son alentadoras. Por ejemplo, el crecimiento del Congo en base a la tasa de natalidad. Hoy en Europa esa tasa es negativa, y sin embargo en estos países hay una generosidad por parte de las familias para que haya una tasa de natalidad más alta”.
El P. Manolo también destaca el crecimiento de las comunidades cristianas en África. “Las Iglesias están llevando adelante la evangelización con un nivel de compromiso de los laicos y con una vitalidad a la hora de vivir la fe y la liturgia que a veces en nuestros países europeos ya no conocemos”.
En definitiva, explica el religioso salesiano, “hay una serie de valores que por desgracia son ignorados, y solo se presenta el rostro doloroso y miserable de los países africanos. A mí, como africano de adopción, esto me duele. En África no solamente hay problemas, hay también vida y esperanza, y eso es lo que hace que nosotros estemos aquí contentos de gastar la vida por esta gente que merece la pena”, concluye el P. Manolo.