“Durante las dos misas celebradas el domingo 3 de agosto en la parroquia de los Santos Inocentes en Matadi, Monrovia, se dio lugar a la intervención de un médico para informar a los feligreses sobre la manera de prevenir la infección por el virus y cómo comportarse en caso de contagio”, informa el padre Nicola Ciarapica, misionero italiano en África desde hace muchos años, primero en Nigeria, ahora en Liberia. “Los ciudadanos se están movilizando. A la entrada de las tiendas, iglesias o incluso las estaciones de servicio, se encuentran recipientes con agua mezclada con jabón y cloro. Antes de entrar, es obligatorio lavarse las manos”.
Por desgracia la infección, que en Liberia comenzó en marzo pasado, con algunos casos restringidos a un área definida, se escapó del control humano y llegó a la ciudad de Monrovia. En poco tiempo la situación se volvió muy peligrosa no solo por encontrar a los ciudadanos sin preparación, que han tomado a la ligera las comunicaciones transmitidas por radio, sino también a los centros de salud. Justo los hospitales fueron los principales sitios de propagación de la epidemia.
Ante la noticia de los primeros médicos que habían contraído el Ébola siguieron períodos en los que era difícil encontrar un médico en el lugar de trabajo y varios hospitales donde se habían dado casos de contaminación fueron cerrados, incluyendo el Hospital Católico.
"Gracias a seis días de interrupción de las lluvias, fue posible organizar reuniones con personas provenientes de diferentes barrios e informarles sobre cómo prevenir la infección por el virus del Ébola”, añade el P. Ciarapica.
Entre las medidas adoptadas para evitar el contagio, se han cerrado los ministerios y se ha decretado la orden de vacaciones. Incluso el oratorio y el centro juvenil salesiano están cerrados, las actividades previstas por el Movimiento Juvenil Salesiano se han cancelado, mientras que la parroquia salesiana está preparando la ordenación sacerdotal del segundo salesiano de Liberia, prevista para el próximo 23 de agosto. Por lo demás, todo se reduce a un mínimo: misa, administración de los sacramentos y momentos de oración.
“A las seis y media de la tarde se reza el rosario junto con algunos jóvenes y niños. En particular, dirigimos al Señor y la Virgen María la invocación por todos los enfermos con Ébola, y por aquellos que están disponibles para cuidarlos. Hacemos nuestra la llamada de los discípulos sobre la barca entre las olas del Lago Tiberiades: ‘Señor, ¿no te importa que nos estamos hundiendo?’. Nos unimos en torno a Cristo Jesús y a Él rezamos para que nuestra fe crezca y sea, al menos, como un grano de mostaza para poder mover montañas", concluye el padre Ciarapica.