Los jóvenes traen preguntas, dan señales, piden nuevas rutas

4 noviembre 2016

Hombre sencillo, trabajador, y profundo como deja ver en sus respuestas a nuestras preguntas.

¿Cómo conociste a los salesianos?

Soy originario de Santander. En mi barrio hay un Colegio Salesiano. Un buen grupo de los chavales del barrio participábamos de las actividades de Oratorio. Como he dicho frecuentaba el Oratorio, y además era monaguillo en la Iglesia del Colegio.

¿Cómo surgió tu vocación de Salesiano?

Había respondido la anterior pregunta hablando del Oratorio y comentaba que también era monaguillo. El primer salesiano que conocí fue don Alejandro Campo. Era el encargado de la Iglesia del Colegio de Santander. Don Alejandro era un salesiano mayor. De joven había estado de misionero en Tailandia. Recuerdo de él su trato cercano, también las actividades que preparaba para el grupo de monaguillos. Tengo un gran recuerdo de don Alejandro.

Supongo que mi vocación salesiana surgiera de la confluencia de este ambiente oratoriano, las celebraciones litúrgicas, el testimonio de un hombre bueno. El caso es que pedí ir al Seminario menor que entonces tenía la antigua inspectoría de Bilbao en Zuazo de Cuartango (Alava). En aquella semilla vocacional que había caído en un chaval de 12 años estaba ya lo fundamental. ¿A qué me refiero? Tengo que decir que soy consciente que a mis doce años había en mi amor a Jesús y unos ideales para ayudar a los otros compañeros que yo descubría en Don Bosco de una manera maravillosa. Jesús estaba muy presente. Aquellos salesianos me hablaban mucho de Jesús, me animaban a rezar, teníamos eucaristías. También animaban a vivir con ilusión la entrega juvenil con los ejemplos de la vida de Don Bosco. Allí estaba lo fundamental. Con el caminar de los años mi vida de fe ha tenido crisis, dudas, y momentos de gran intensidad. También he ido conociendo mejor la manera de hacer de don Bosco: sus raíces creyentes, los dones que recibió, su trabajo generoso y constante.

¿Cómo ves a los jóvenes de esta generación respecto a la iglesia?

Soy salesiano. Me han enseñado a mirar a los jóvenes con buenos ojos. ¡Agradezco sinceramente esta enseñanza! Yo, a los jóvenes, siempre los veo con buenos ojos. Los jóvenes traen preguntas, dan señales, piden nuevas rutas. Los jóvenes son una puerta para el futuro.

Me viene a la memoria una cita del CGE de los salesianos: “La juventud es el lugar privilegiado del encuentro siempre difícil de la Iglesia y el mundo, el punto más sensible en el proceso de la secularización. Surge, por tanto el problema fundamental de formar jóvenes que vienen de un mundo y que habrán de vivir en un mundo, deberán enfrentarse con un mundo en el que la fe ya no es casi natural, sino que llega a ser objeto de una elección personal”. Estas palabras describen claramente nuestra situación.

¿Cómo valorarías el Pontificado de Francisco hasta el momento?

Está siendo un pontificado magnífico. Desde el inicio de su ministerio se ha instalado una ola de simpatía y de alegría en el pueblo de Dios. Merece la pena ser de Jesús. Hay que recordar que Francisco es un pastor y va a lo fundamental. Lo fundamental está en Jesús y su Evangelio. No quisiera hacer aquí un comentario a tantas cosas como está poniendo en valor Francisco, porque me llevaría muy lejos. Pero sí que quiero destacar la importancia que da al pobre, la misericordia, la acogida, el discernimiento.


¿Qué crees que les diría Don Bosco a los jóvenes actuales?

No tengo que exprimir mucho mi cabeza. Creo que don Bosco diría los jóvenes lo mismo que dijo a aquellos jóvenes de Valdocco en la carta de Roma: “Os quiero felices aquí y en la eternidad”. En esta expresión está condensada la vida cristiana: la fuerza de la vida, el deseo de la felicidad, la fuerza de la esperanza: una mirada definitiva en Jesús que solo da la fe.

La eternidad es el futuro en Dios para todos, gracias a Jesús, que ha entregado su vida por amor. Para don Bosco solo la fe da esa felicidad definitiva. La felicidad y el amor no tienen caducidad. Dios nos ama no solo hoy. Ama siempre, amará siempre. Dios no da la felicidad solo hoy. Lo hará siempre. Y lo curioso es que nos ha regalado ese amor y esa felicidad porque sí, no porque seamos buena gente, sino por puro amor. El amor y la felicidad son expansivos. En el amor y la felicidad siempre hay un más.
 

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