Los animales y no la lluvia fueron finalmente los protagonistas de la Fiesta de San Antonio Abad en Valencia. A las 12 de la mañana, tras la misa Mayor en honor al patrón, presidida por el nuevo párroco de San Antonio Abad, Santiago Muñoz, comenzó el desfile de los animales domésticos que, junto a sus dueños, recorrieron el final de la calle Sagunto para recibir la bendición.
Los salesianos Segundo García y Josep Lluís Burguera, además de Santiago Muñoz, fueron los encargados de las bendiciones de los cientos de animales de compañía que, a cuatro patas, en jaulas o en brazos de sus dueños protagonizaron el acto principal de esta celebración.
La Hermandad de San Antonio Abad es la encargada de organizar los festejos que se inician la noche anterior con la celebración de una eucaristía inaugural y la cremà de una hoguera coronada por la simpática imagen de un cerdito. Como recuerda Santiago Muñoz: “San Antonio Abad es el titular de la parroquia, del colegio y de toda la obra salesiana de la calle Sagunto y todos ellos agradecen a la Hermandad de San Antonio Abad la labor realizada para mantener la devoción y la fiesta en torno al santo del porquet”.
En la mañana del día 17, tras la misa mayor en la parroquia desfilaron durante dos horas mascotas, caballos, carros, carruajes, jinetes y amazonas. En este singular pasacalles destaca la entrada de la Guardia montada con uniforme de gala, que precede a la llegada de las Falleras Mayores de Valencia en carruaje; le siguen las unidades caninas de la Guardia Civil, Policía Nacional y Militar y las Fuerzas de la policía nacional montada.
Entre las autoridades presentes en la celebración estuvo Pere Fuset, concejal de Fiestas del Ayuntamiento de Valencia; el Delegado del Gobierno, Juan Carlos Moragues y las Falleras Mayores de Valencia: Raquel Alario y Clara Parejo.
San Antonio Abad, el ejemplo de un anacoreta egipcio del siglo III
En su saludo con motivo de las fiestas, el párroco Santiago Muñoz ha invitado a tomar como modelo a San Antonio Abad en lo que se refiere a su actitud contemplativa, austera y retirada. “Es cierto que nosotros no hemos sido llamados a la vida anacoreta, pero podemos imitarla en algunos momentos de nuestra vida”. Y explicó: “Dediquemos tiempo a la soledad fecunda que nos permite encontrarnos con nosotros mismos y con Dios; no tengamos miedo de hacer silencio para escuchar la Palabra; seamos atrevidos para desprendernos de tanta superficialidad que no es necesaria y quedarnos con lo único que nos da sentido y nos hace fuertes; y finalmente lancémonos a la aventura de la vida que nos propone Jesús y que tan bien supo captar San Antonio”.