La Iglesia en África es una Iglesia en camino y abierta a acoger las «diferencias culturales»: «Como Familia Sinodal de Dios en África, somos una Iglesia que aprende. No caminamos solos: tenemos cosas que podemos aprender de los demás». Así, los obispos africanos, reunidos el pasado mes de marzo en Addis Abeba, escribieron en su documento final su deseo de crecimiento «espiritual», abierto a la sinodalidad. Partiendo de estas conclusiones, el cardenal salesiano Cristóbal López Romero, arzobispo de Rabat, participante en el Sínodo de los Obispos en Roma, relata cómo se desarrolló el proceso sinodal en Marruecos.
Vaticano – La Iglesia marroquí en camino sinodal, en el relato del Cardenal López Romero, SDB
(ANS – Ciudad del Vaticano) – La Iglesia en África es una Iglesia en camino y abierta a acoger las «diferencias culturales»: «Como Familia Sinodal de Dios en África, somos una Iglesia que aprende. No caminamos solos: tenemos cosas que podemos aprender de los demás». Así, los obispos africanos, reunidos el pasado mes de marzo en Addis Abeba, escribieron en su documento final su deseo de crecimiento «espiritual», abierto a la sinodalidad. Partiendo de estas conclusiones, el cardenal salesiano Cristóbal López Romero, arzobispo de Rabat, participante en el Sínodo de los Obispos en Roma, relata cómo se desarrolló el proceso sinodal en Marruecos.
«En Marruecos -comenzó el cardenal salesiano- hemos vivido el Sínodo con una doble intensidad. Participamos en el Sínodo de la Sinodalidad, convocado por el Papa Francisco, pero al mismo tiempo también vivimos el desarrollo del segundo Sínodo diocesano, que ya había sido convocado con anterioridad. La pregunta que nos propusimos responder en este sínodo diocesano fue: «Siguiendo a Cristo, ¿qué Iglesia queremos para la diócesis de Rabat hoy?» La participación fue buena, aunque nos hubiera gustado implicar a más cristianos de otras confesiones y musulmanes. Durante un año, y en diferentes etapas, respondimos a lo que se nos pedía para el Sínodo de la Sinodalidad, lo que nos permitió comprender qué es un sínodo, qué es la sinodalidad y tener una experiencia sinodal concreta y práctica».
¿Cuál es el fruto de esta experiencia sinodal para la Iglesia en Marruecos?
Un primer fruto, evidente y muy satisfactorio, fue el de encontrarnos, conocernos y conocernos mejor. Somos pocos cristianos en la diócesis (quizá veinticinco mil), pero procedemos de más de cien nacionalidades de los cinco continentes, lo que hace comprender el gran desafío que supone vivir en comunión desde tal diversidad de origen, cultura, formación…
Otro fruto fue dar a todos los cristianos la oportunidad de expresarse, de compartir sus historias personales, de fe, sus alegrías y sus penas, sus dificultades y sus éxitos. Algunos señalaron que era la primera vez que podían hablar ante un grupo que les escuchaba con atención e interés.
Por último, entre las primicias, podemos decir que hemos constatado ciertos rasgos de nuestra Iglesia, que caracterizan o deberían caracterizar a nuestras comunidades: estar compuesta por personas de paso (que pasan una breve temporada en Marruecos); ser una Iglesia que sale y practica el diálogo ecuménico e interreligioso; la dimensión samaritana que nos lleva a ayudar a los más necesitados; y la formación permanente que todos necesitamos.
¿Por qué es significativa la presencia de la Iglesia en Marruecos?
Porque somos, o al menos lo intentamos, la presencia de un mensaje que puede ser válido para la Iglesia universal y para el mundo entero. Por ejemplo: queremos decir a la Iglesia universal que es posible vivir la comunión desde las diferencias y construir la unidad desde la diversidad. El objetivo y la misión de la Iglesia no es atacarse a sí misma, sino anunciar y construir el Reino de Dios en el mundo. Y, como dijo el Papa Francisco en la Catedral de Rabat en 2019, no es un problema ser pocos; el problema sería ser insignificantes, ser sal que ha perdido el sabor del Evangelio, ser una luz que ya no ilumina a nadie.
¿Cuál será la contribución de la Iglesia en África al Sínodo?
La contribución de la Iglesia en África al próximo Sínodo de los Obispos es la del testimonio de una Iglesia viva, dinámica, joven y entusiasta, generalmente comprometida con el pueblo, con el objetivo del desafío de la inculturación del Evangelio en las diferentes culturas africanas. Esto puede hacerse a través del humilde reconocimiento de que es necesario luchar para deshacerse de modos de funcionamiento muy clericales y poco sinodales, dando mucho más espacio e importancia a las estructuras participativas, desde el SCEAM (Simposio de Conferencias Episcopales de África y Madagascar) hasta los Consejos Pastorales Parroquiales, pasando por las estructuras diocesanas.
¿Cómo fue la experiencia de los jóvenes marroquíes en la Jornada Mundial de la Juventud de Lisboa?
Desgraciadamente, no hubo jóvenes marroquíes en Lisboa, porque la JMJ es un acontecimiento cristiano y los jóvenes marroquíes son musulmanes. Mientras que los jóvenes católicos de Marruecos, todos extranjeros, no fueron por razones económicas y por las dificultades ligadas a la desastrosa, estrecha de miras y egoísta política migratoria de la Unión Europea; me refiero en particular a la «concesión de visados».
¿Qué ayuda ofrece la Iglesia a los inmigrantes?
Harían falta varias páginas para describir todo lo que la Iglesia hace por las personas en movimiento que, en nuestro caso, proceden casi todas de países subsaharianos y están en Marruecos esperando llegar a Europa. Intentamos aplicar los cuatro verbos que el Papa Francisco nos ha dado en sus mensajes: acoger, proteger, promover e integrar. Podemos hacer mucho con los dos primeros, pero poco con el tercero, porque la promoción lleva tiempo y las personas en situación migratoria solo están de paso, por lo que es comprensible que la integración en Marruecos les interese poco.
Como nuestros medios son limitados, tenemos que elegir cuidadosamente a los destinatarios de la ayuda que prestamos: enfermos, menores no acompañados y mujeres embarazadas o con niños pequeños. Intentamos acoger a todos los que acuden a las parroquias y otros puntos de intervención y orientarles para que puedan beneficiarse de los servicios educativos y sanitarios del Estado marroquí, así como de otros servicios ofrecidos por fundaciones y asociaciones.