"La entrada a Alepo es impresionante. Los daños de guerra son visibles para todos. Todos los días continúan los bombardeos. La ciudad está dividida en zonas controlados por el gobierno y los distritos de la ciudad en manos de los insurgentes (muchos más que en Damasco); la guerra se hace todos los días. Muchas personas han huido, y lo mismo han hecho los cristianos. Todo está bloqueado a nivel de trabajo, hasta hace unos meses la ciudad estaba completamente rodeada por los rebeldes. No tienen agua, y tienen electricidad solamente por unas horas al día”, de esta manera informaba en marzo de 2015, durante una visita realizada a nombre del Rector Mayor.
"En este contexto – escribía – el heroísmo de la gente y de los hermanos y el quedarse y llevar una normal, es lo más difícil en un estado de guerra. Nuestra casa está en una zona bastante segura, al menos por estos momentos; pero hemos llorado en tiempos pasados ??a nuestros muertos".
En los últimos años la guerra ha continuado y en Alepo es peor. Alepo se ha convertido en el epicentro de la guerra. Todos sabemos que estas noticias, pero la información que recibimos no siempre es completa y clara.
Hay dos tareas que nos piden a todos nosotros: la oración, en primer lugar y siempre. La oración está en el corazón de Dios y permite que no nos olvidemos, mirando hacia arriba, alzando la mirada a Dios. La oración es el regalo de nuestra proximidad a los que viven y trabajan, a los hermanos, a la familia salesiana, a todas las personas de todas las religiones. ¿Por qué la oración es tan importante? Para no olvidarnos y no hacer un hábito. Oremos por la paz, no sólo en Alepo, sino en toda Siria. Imploraremos la paz y el diálogo entre las personas que están luchando: Esté Dios en el cielo, aquí en la tierra, entre los líderes de los lados opuestos, con el fin de mover a la compasión por el sufrimiento de un pueblo muy probado.
La segunda tarea que confío a todos ustedes es informarse, con atención, documentándose, sin quedarse en las noticias superficiales y luego, narrar, llevar el testimonio de esta realidad entre la gente, entre nuestras familias, en la Familia Salesiana. No hablar de esta situación, no compartir entre otros, como si no existiese esta realidad o quizá se haya convertido en un hábito: Dios nos libre de esta terrible posibilidad.