Por Barcelona TV
El segundo y cuarto jueves de cada mes, la parroquia de San Juan Bosco, en Navas, reparte alimentos a un total de 150 familias.Ver vídeo.
Dos veces al mes, el paisaje en la puerta de la parroquia de San Juan Bosco, en Navas, cambia completamente. Coincidiendo con el segundo y cuarto jueves de cada mes, aparece una extensa hilera de carritos vacíos que atrae la mirada de más de un vecino y que, a medida que avanza la tarde, se alarga aún más. Es la eterna cola del hambre que ya hace años que se dibuja en el barrio y que, con la crisis de la covid-19,se ha hecho más evidente.
La cola es el retrato de la Barcelona golpeada por coronavirus: hay familias monoparentales, mujeres mayores, trabajadores de la cultura y, incluso, repartidores de comida a domicilio. «Antes venían más familias, ahora vienen muchas personas solas, sobre todo madres con hijos», explica Maite Villanueva, voluntaria. Carolina Escudero, beneficiaria de la iglesia, relata a betevé que és la primera vez que necesita ayuda para llenar la nevera.
«Me quedé viuda hace poco, tengo dos hijos […] Estoy sin trabajo, sin papeles y es difícil avanzar «, narra. Viven en el barrio, en Navas, y vinieron a Barcelona unos años atrás procedentes de Argentina. Desde que su marido murió hace ocho meses, no ha entrado ningún ingreso en el hogar. Carolina acepta con resignación la realidad que le toca vivir, pero confía en que, poco a poco, podrá salir adelante y cada vez con más autonomía.
Atienden hasta 150 familias de los Servicios Sociales
Los 14 voluntarios de San Juan Bosco atienden hasta 150 familias ─unas 400 personas─ derivadas de los Servicios Sociales del Clot y Garcilaso. Trabajan a un ritmo frenético y, hoy por hoy, no prevén que la necesidad afloje. «Creo que todavía durará una buena temporada, va para largo. Tenemos servicio , de momento, para rato», lamenta Emili Marcos, rector de la parroquia, que acumula años de experiencia con el banco de alimentos.
La cola del hambre que se forma los jueves en la plaza de Fernando Reyes no es la única que persiste en la ciudad. La crisis económica derivada de la Covid-19 ha llevado también colas para recoger comida en la plaza de San Agustín, en el Raval. Cada semana, 200 familias del barrio van a llenar carretillas a la entrada de la parroquia de San Agustín, donde también reparten diariamente unos 400 comidas cocinados a otras personas vulnerables y sin recursos.