¿Quién es Don Bosco para usted?
El padre y maestro de la juventud; el santo del optimismo, de la alegría y de la fiesta; el hombre de Dios que vivía como viendo al invisible; el sacerdote comprometido con sus jóvenes hasta su último aliento; el educador de corazón apasionado y encendido por el fuego de la caridad pastoral… Nuestro Modelo, como dice el artículo 21 de nuestras constituciones.
¿Cómo lo ha conocido?
Nací en Burguillos (Sevilla) y soy el mayor de seis hermanos, tres niños y tres niñas. Mi padre era cartero rural y mi madre ama de casa. Una familia sencilla, alegre, muy unida.
Mis padres nos enseñaron a ser respetuosos, ayudar a los demás, nos inculcaron los valores cristianos para ser buenas personas y el amor a la Virgen del Rosario. En 1970, entré en los Salesianos de Utrera. Me presenté a un examen para obtener una beca de estudios y lo aprobé. Siempre estaré muy agradecido a mis maestros de la infancia en Burguillos: la Señorita Mª Carmen y Don Juan. En aquel momento era prácticamente la única posibilidad para poder estudiar, no había las facilidades de hoy. De no haber sido por la beca jamás podría haber ido a Utrera. Incluso con ésta, mis padres tuvieron que superar muchas dificultades económicas, pero escogieron los Salesianos de Utrera frente a otra opción en Constantina, porque creían que era lo mejor para mí.
Así y allí conocí a Don Bosco y a Mª Auxiliadora. Siempre lo he considerado algo providencial. Recuerdo entrañablemente, estando en primero, cuando en el momento de acostarnos nos ponían por los altavoces del dormitorio la vida de Don Bosco.
¿Por qué decidió hacerse salesiano?
En el fondo, porque creía que este era y es el Proyecto de Dios para mí. Intuyes algunos signos: apenas cultivas un poco tu vida cristiana y te dejas interpelar por Jesús, sientes una inquietud en tu interior de hacer algo más por los otros, te sientes atraído o al menos interesado por esa vida, descubres a Don Bosco y te fascina, te capta… Y así surgió en mi la pregunta y el deseo.
Comprendí “que de mi “sí” o de mi “no” dependía la felicidad de muchos”; que en la vocación lo fundamental no es “planteársela”, sino “acogerla y realizarla”; que Dios no quiere “supermanes”. Bueno, en definitiva, es una Gracia a la que sigo intentando responder cada día.
¿Cuál fue su itinerario vocacional?
No conocía a los salesianos de nada. Gracias a que pude obtener una beca de estudios fui a estudiar a los salesianos de Utrera como te he dicho anteriormente. Tenía 10 años cuando llegué a Utrera. Allí estuve siete años interno. Lo primero que me llamó la atención fueron los salesianos. Yo los veía diferentes, eran unos religiosos especiales, alegres, cercanos, se preocupaban de nosotros, jugaban con nosotros y al mismo tiempo eran exigentes.
Después fui conociendo la vida de Don Bosco y fui entendiendo por qué los salesianos eran como eran: cuando más niño me llamaban la atención tantas anécdotas y hazañas, los milagros… Después fui comprendiendo un poco más su espiritualidad que era muy sencilla, su obra extendida por todo el mundo, pero sobre todo el sentido de la fiesta y la alegría. Nos decían que la santidad consistía en estar siempre alegres.
Cuando llegó el momento de decidir sobre mi futuro, sentía en mi interior la inquietud de la llamada a ser salesiano. En un retiro me encontré con esta frase: “De tu sí o de tu no depende la felicidad de muchos”. Y decidí decir sí al Señor. Así inicié el prenoviciado hasta hoy.
¿Hubo alguna persona que fue para usted un nuevo Don Bosco?
Tuve la suerte de encontrar en mi camino quienes me ayudaron a discernir, me animaron y me apoyaron. En el año de noviciado y después referente espiritual siempre, mi maestro de novicios, Paco Alegría.
Después en los años de posnoviciado Paco Vázquez, que me ayudó a encender mi corazón de la pasión pastoral por los jóvenes. Más tarde, cuando siendo inspector me nombró delegado de Pastoral Juvenil, siendo yo muy joven, me abrió a un horizonte salesiano insospechado y muy enriquecedor para mí.
En el bienio, Alonso Vázquez, no he conocido un salesiano con un corazón tan inmenso y con más “inteligencia pastoral” que él, prototipo de corazón oratoriano.
En los años de teología Antonio Calero, me ayudó a configurar mi corazón sacerdotal de buen pastor y me enseñó que es importante cualificarse intelectual y teológicamente para poder responder a los retos de los jóvenes.
Estaré siempre agradecido a Luis Fernando Álvarez, que me enseñó a celebrar la Misa; a José Antonio Rodríguez Bejerano, colosal misionero y al que tengo por verdadero santo; a mi entrañable amigo del alma y llevado pronto al cielo, joven sacerdote, Manolo G. Parra, un torbellino apostólico con una extraordinaria capacidad de atraer a los jóvenes.
¿Cuáles son las características de Don Bosco que más admira?
Son muchas, porque Don Bosco tiene una personalidad arrolladora con tantos y ricos matices. Personalmente admiro su capacidad de amor personal, incluso lleno de ternura para cada joven; su capacidad de conjugar realismo y magnanimidad; su coraje de soñar; el reconocimiento agradecido de Dios que acompaña y orienta sus pasos; su mirada de fe que le llevaba a vivir “como si viera al Invisible”. La extraordinaria y armoniosa unidad de su existencia en la síntesis vital del “signo del amor de Dios a los jóvenes”.
¿Considera que los jóvenes aún pueden encontrar inspiración en Don Bosco?
Absolutamente, sí.
Don Bosco sigue siendo una figura que fascina a tantos jóvenes y sigue captando sus corazones. Acabo de vivir hace unos días la experiencia del Campobosco con unos 800 jóvenes de España y Portugal que fueron a recorrer los lugares de Don Bosco y Madre Mazzarello. Contemplar sus rostros cuando visitan estos lugares y les explican lo que Don Bosco ha vivido en ellos es una experiencia que confirma la fascinación que sigue despertando en tantos jóvenes que se sienten atraídos por él, jóvenes de este tiempo, de esta cultura, con los intereses y los perfiles de este tiempo que son capaces de conectar y dejarse interpelar por él.
La vida y el mensaje de Don Bosco sigue siendo muy actual y es capaz de llegar y tocar el corazón de cada joven.
¿De qué manera los salesianos pueden ser nuevos Don Bosco para los jóvenes?
Yo estoy convencido de que hay un solo modo: estar siempre en medio de ellos con una profunda mirada de fe. Lo que el Rector Mayor llama “el sacramento salesiano de la presencia”. Evidentemente las circunstancias que acompañan cada momento de nuestra vida hacen que el modo de presencia sea diferente, pero siempre presencia. Cuando no estamos con ellos, cuando ellos no ocupan del centro de nuestro corazón, de nuestra mente, de nuestra atención, de nuestros pensamientos, de nuestros intereses… entonces nuestro corazón deja de latir en salesiano y la vocación se debilita. Meditar todos los días, o al menos frecuentemente, el artículo 21 de nuestras Constituciones, “Don Bosco, nuestro modelo”, nos ayudaría bastante.
¿De qué manera Don Bosco inspira su trabajo de Consejero Regional?
En este momento de mi vida salesiana, dos cosas de Don Bosco inspiran mis actitudes en el desempeño de mi servicio como Consejero Regional, aunque no siempre las alcance; uno es el sentido de paternidad que Don Bosco vivió con tanta profundidad y concreción; el otro, la apertura de horizontes tanto desde el punto de vista cultural como carismático para tener una gran mirada más allá de nuestra realidad y poder salir de nuestras propias fronteras locales e inspectoriales.
¿Si pudiera encontrar a Don Bosco qué le gustaría decir o pedirle?
Le diría que hoy sigue habiendo muchos jóvenes que no son felices y le pediría un corazón tan grande como el suyo y una sabiduría e inteligencia pastoral como la suya para poder ayudar a tantos jóvenes de hoy perdidos y excluidos de la verdadera y auténtica felicidad.