Javier es un habitual en la concentración mensual por el cierre de los CIE (Centros de Internamiento de Extranjeros) y en otras acciones que organiza esta Campaña. No entiende su fe sin compromiso, un compromiso compartido en familia, con su mujer y sus hijos. A Xavi hijo también lo podemos ver habitualmente en la puerta azul del CIE y en infinidad de acciones y reivindicaciones en la ciudad de Valencia. Fue él quien embarcó a toda la familia. Pero la cosa, viene de antes…
¿Cómo nació este compromiso familiar compartido?
Como familia hemos tenido la suerte de vivir dos experiencias que nos han marcado profundamente, en especial a nuestros hijos. En el verano de 2003 estuvimos durante un mes en Guinea Ecuatorial y Camerún, compartiendo con un amigo misionero salesiano su tarea. En el verano de 2005 volvimos a África, esta vez a Sudáfrica, a casa de una familia en Ciudad del Cabo. Fueron dos experiencias muy diferentes. En la primera descubrimos la sencillez, bondad y precariedad de unos pueblos compartiendo con dignidad su pobreza. En la segunda fue un choque brutal el descubrir dos mundos, el de la opulencia y el lujo por un lado, y el de la pobreza extrema, tan sólo separados por una valla metálica.
¿En qué consiste tu tarea como voluntario en el CIE?
La tarea es doble. Por un lado “compartir humanidad” con las personas internas. Acompañarlas y escucharlas, conocer su situación legal, hablar con sus abogados, contactar con sus familias y aconsejarles qué pueden hacer.
Por otro lado, recoger sus quejas, de las instalaciones y del trato que reciben para hacerlas públicas y en algunos casos más graves, presentar sus denuncias ante el Juzgado. Por desgracia, la mayoría de estas denuncias caen en saco roto porque cuando la Justicia interviene, ya han sido expulsados.
¿Cómo viven la detención y el periodo que están internos en dicho centro las personas con las que te has encontrado?
Realmente es una auténtica agonía. Irte a dormir por la noche pensando que en cualquier momento te pueden despertar para subirte forzado a un vuelo de deportación y llevarte a tu país de origen… durante 60 días, es muy duro. Muchos de ellos tienen aquí su mundo y su familia.
Desde que se levantan hasta que se acuestan, no tienen nada que hacer. Tan sólo ver la televisión o estar en un pequeño patio, donde muchas veces no tienen ni un balón para entretenerse. En las habitaciones no hay lavabo por lo que de noche tienen que hacer sus necesidades en una bolsa de plástico o en una botella. Las frecuentes plagas de chinches hacen más difícil aún el día a día.
¿Has conocido alguna historia “con final feliz”?
Feliz del todo no, pero sí alegre. Cuando alguna de las personas que acompañamos nos llama porque han salido en libertad y están con sus familias.
Aunque estén en libertad, siguen siendo “ilegales” y pueden ser detenidos de nuevo en una de las redadas racistas que constantemente se hacen en nuestras calles, para volver a encerrarlos. Conocemos a un chico internado por tercera vez.
Desde el punto de vista de los Derechos Humanos y como ciudadano de a pie, ¿qué opinión te merecen los CIE?
El CIE forma parte del ciclo represivo hacia las personas migrantes. Un sistema que cataloga a las personas extranjeras como “de segunda”. Con nuestro silencio y mirando hacia otro lado estamos permitiendo que junto a nuestras casas, en nuestra ciudad, haya un lugar donde se interna a extranjeros pobres para deportarlos. No importa para nada la realidad familiar de estas personas, por qué tuvo que abandonar su casa, su familia y su amigos, ni los sufrimientos que ha soportado, arriesgando su vida para llegar aquí. Solo se tiene en cuenta que tenga o no un papel actualizado llamado “permiso de residencia”. ¿Su delito?: MIGRAR.
Como persona y como creyente, ¿qué significa esta tarea de voluntariado? ¿Qué aporta a tu vida?
No entiendo mi vida de creyente separada del compromiso social. Las palabras del evangelio de Mateo son muy contundentes y claras. Mi labor como voluntario, me da la satisfacción de poder lanzar mi gotita de agua contra el incendio deun mundo injusto, con la esperanza de “un cielo nuevo y una tierra nueva”.