Queridos Hermanos, Hermanas y Amigos, hace tan solo seis meses, que entregábamos a las Hijas de María Auxiliadora –como manda nuestra tradición desde los tiempos de Don Bosco– y a toda la Familia Salesiana, el Aguinaldo del nuevo año.
Seis meses después, por tanto, se me pide que adelante lo que puede ser el tema orientativo del nuevo año 2022, como piden los diferentes ritmos de los hemisferios donde están las presencias salesianas. Lo hago con gusto en la esperanza de que pueda servir de ayuda.
Evidentemente en 2022, año en el que celebraremos el IV Centenario del aniversario de su muerte, el tema no podría ser otro que el de la Espiritualidad de san Francisco de Sales, fuente del espíritu salesiano de Don Bosco, en el que nuestro padre y fundador bebía y se contemplaba en todo momento, en especial cuando se trataba de definir el estilo educativo y evangelizador –por decirlo con palabras de hoy– de la incipiente Congregación Salesiana: «Nos llamaremos Salesianos».
Sabemos que Don Bosco quedó profundamente impresionado por la extraordinaria figura de este santo. Era para él una auténtica inspiración, sobre todo porque era un verdadero pastor, un maestro de caridad, un incansable trabajador por la salvación de las almas.
Siendo joven seminarista, Juan Bosco hizo este propósito antes de su ordenación sacerdotal: «La caridad y la dulzura de san Francisco de Sales me guíen en todo momento». Y en las Memorias del Oratorio Don Bosco declara: «[El Oratorio] comenzó a denominarse de San Francisco de Sales […] porque nuestro ministerio exige gran calma y mansedumbre nos pusimos bajo la protección de este santo, a fin de que obtuviese de Dios la gracia de imitarlo en su extraordinaria mansedumbre y en la conquista de las almas».
Naturalmente, el Aguinaldo de este año será también una magnífica oportunidad para reconocerse y encontrarse en la espiritualidad de san Francisco de Sales y para valorar mucho más las magníficas características que tiene el espíritu salesiano de Don Bosco, así como los preciosos valores de la espiritualidad juvenil salesiana. Sin duda que nos veremos muy reflejados en ellos y nos sentiremos llamados a ser hoy «más salesianos» en nuestra Familia Salesiana, es decir, más llenos del espíritu de san Francisco de Sales, espíritu que impregna nuestra salesianidad como Familia de Don Bosco.
Ser completamente de Dios, viviendo en plenitud la presencia en el mundo
Esta es probablemente la propuesta más «revolucionaria» de san Francisco de Sales. Lo ha expresado con la habitual profundidad y la belleza con la que escribe el papa emérito Benedicto XVI al decir que la gran invitación que san Francisco de Sales hace a los cristianos es la de «ser completamente de Dios, viviendo en plenitud la presencia en el mundo y los deberes del propio estado. “Mi intención es la de instruir a aquellos que viven en la ciudad, en el estado conyugal, en la corte […]” (Prefacio a la Introducción a la vida devota). El documento con el que el papa Pío IX, más de dos siglos después, lo proclamó doctor de la Iglesia insiste en esta ampliación de la llamada a la perfección, a la santidad. En él se dice: “[la verdadera piedad] ha penetrado hasta el trono de los reyes, en la tienda de los jefes de los ejércitos, en el tribunal de los jueces, en las oficinas, en las tiendas e incluso en las cabañas de los pastores” (Breve Dives in misericordia, 16 de noviembre de 1877). Así nacía la llamada a los laicos, el interés por la consagración de las cosas temporales y por la santificación de lo cotidiano, en los que insistirán el concilio Vaticano II y la espiritualidad de nuestro tiempo. Se manifestaba el ideal de una humanidad reconciliada, en la sintonía entre acción en el mundo y oración, entre condición secular y búsqueda de la perfección, con la ayuda de la gracia de Dios que impregna lo humano y, sin destruirlo, lo purifica, elevándolo a las alturas divinas».
Ciertamente encontramos la fuente de esta espiritualidad en tantas gestos y palabras de nuestro Señor en el Evangelio, y en la sencillez de la propuesta que Don Bosco hizo a sus muchachos, con el lenguaje y en el contexto eclesial del siglo XIX.
Por tanto, ¿cómo no estar atentos para que sea también nuestra fuente de inspiración y la propuesta pastoral y espiritual para nuestro presente?
La centralidad del corazón
Durante su formación en París lo que hizo desencadenar en Francisco la conversión fue una lectura profunda del Cantar de los cantares, bajo la guía de un padre benedictino.
Para él es una luz que colorea toda su percepción tanto de Dios como de la vida humana, tanto del camino individual como de las relaciones con cualquier otra persona.
Incluso en el símbolo que elige para la Visitación, podemos ver cómo el corazón es el signo más parlante de toda su herencia humana y espiritual: un corazón atravesado por dos flechas: el amor de Dios y el amor al prójimo, a las que debían de corresponderse también los dos tratados que condensan todo su pensamiento y enseñanza. El primero –El tratado sobre el amor de Dios– es el fruto de su paciente obra de formación para el primer grupo de Salesas: son las conferencias redactadas y reelaboradas en forma de volumen. Es también la base de la formación de María Margarita Alacoque quien, 51 años después de la muerte de Francisco, tuvo las revelaciones que abrieron el camino en la Iglesia a la devoción al Sagrado Corazón de Jesús.
Del otro tratado, el del amor al prójimo, solo queda el índice, debido a la prematura muerte de Francisco el 28 de diciembre de 1622, a la edad de 55 años.
El humanismo de Francisco, su deseo y la capacidad de entrar en diálogo con todos, el grandísimo valor que da a la amistad, tan importante para el acompañamiento personal en el modo en que lo interpretará Don Bosco…, todo se construye sobre los sólidos cimientos del corazón, así como lo vivió Francisco.
Entre providencia y amorevolezza
Dos reflejos de su manera de sentir el corazón de Dios y de abrir su corazón a los hermanos, íntimamente relacionados entre sí, son su sentido de la Providencia y su manera de acercarse e interactuar con cada persona, es decir, su proverbial dulzura o amorevolezza.
La confianza en la Providencia tiene raíces que provienen de su formación parisina y en Padua: la «santa indiferencia»: confío sin reservas en el corazón de Dios, y esto me dispone a abrazar cualquier detalle que la secuencia de hechos y circunstancias me presenta delante día a día. No tengo «nada que pedir ni nada que rehusar» respecto a lo que sé que está, en cualquier caso, en las manos de Dios. Pablo miraba en la misma dirección cuando escribió a los Romanos: «Por otra parte, sabemos que a los que aman a Dios todo les sirve para el bien; a los cuales ha llamado conforme a su designio. Porque a los que había conocido de antemano los predestinó a reproducir la imagen de su Hijo, para que él fuera el primogénito entre muchos hermanos» (Rom 8,28-29).
La dulzura del corazón, antes que, de trato, hacia el prójimo, aunque sea antipático, aunque tenga un carácter poco agradable, es un reflejo de la misma confianza, esta vez en lo que respecta al corazón humano, siempre abierto a la acción de Dios y siempre destinado a la plenitud de la vida. Dulzura y amorevolezza son planteamientos misioneros, encaminados a facilitar al máximo posible, en cada circunstancia y situación, este encuentro entre gracia y libertad en el corazón de quien está delante de mí. Por tanto, no es cuestión solo de buenos modales.
Si pensamos en cómo Don Bosco reinterpretó esta amorevolezza en su sistema educativo, se comprende cuán profundas son las motivaciones en las que se alimenta, exactamente como sucedió con san Francisco de Sales.
El tirocinio de la misión en el Chablais y el Da mihi animas de Don Bosco
La dura experiencia de evangelización en el Chablais entre 1593 (discurso del preboste) y 1596 (las misas de Navidad en Thonon) es donde la misión da el tono concreto a toda su vida. Es tremendamente difícil («aquí todos tienen insultos en los labios y piedras en las manos»), pero es una crisis que hace crecer y transforma, ante todo al misionero, incluso antes que a sus destinatarios.
También es muy interesante leer aquellos años como una pedagogía eucarística. La eucaristía visible, celebrada, con gran concurrencia de pueblo, llevada en procesión… después de años de vacío (Navidad 1596…), es el punto de llegada de un largo desierto, donde es él quien vive de la eucaristía y se hace su presencia de manera escondida, entre la gente que antes era hostil, a la que se aproxima y se hace amigo, uno por uno.
Teniendo en cuenta que nuestras presencias salesianas están mayoritariamente entre los no católicos, esta espiritualidad eucarística se vuelve profética: desde el interior del misionero alcanza con gran paciencia y perseverancia a aquellos a quienes se ha enviado, sin renunciar al anuncio explícito, pero sabiendo esperar los largos tiempos de Dios, y no esperando que los fieles llenen la iglesia, sino mezclándose con el rebaño donde sea y como sea…
Y con la Eucaristía y en la misma longitud de onda se colocan la centralidad de la cruz y la confianza en María.
Todo esto nos habla de la pasión educativa y evangelizadora de Don Bosco quien, en la presencia del Señor en la Eucaristía y en la fuerte presencia de María en la vida del Oratorio, en medio de sus muchachos, encontraba la fuerza cotidiana para hacer realidad el Da mihi animas, cetera tolle.
Pero ¿cómo comunicar?
Francisco de Sales es el santo patrón de los periodistas. Vale la pena captar su carisma de comunicador, donde existe un espléndido acuerdo entre, por un lado, el amor y el interés por la reflexión, la cultura, el humanismo en sus más bellas expresiones, para promover, alentar, armonizar creando y fomentando el diálogo entre los que son más capaces y más ricos en estos campos y, por otro lado, Francisco de Sales es un maestro de la comunicación para todos, un gran divulgador por los medios y por las condiciones en que vivía. Basta pensar en la enorme cantidad de cartas en las que se condensó una parte, ciertamente no secundaria, de su apostolado de obispo y de Santo.
También en esto tenemos en Don Bosco un discípulo que sigue el celo del maestro, con los nuevos medios a su disposición (la prensa popular «de masas»): 318 obras publicadas por Don Bosco en 40 años… en promedio, una obra cada menos de dos meses. Y al mismo tiempo es para nosotros un mensaje de gran actualidad y un verdadero desafío, en el mundo actual donde la comunicación está en el centro de la realidad.
Francisco de Sales en el modo de acompañar a los jóvenes de Don Bosco: los carismas florecen y dan fruto el uno en el otro.
Hay una verdadera «comunión de los santos» en el arte educativo y espiritual de Don Bosco, que no nace de la nada, sino que se nutre de raíces profundas, obra del Espíritu en la historia de la Iglesia que le ha precedido. No es un añadido ni una réplica: es más bien un nuevo florecer y dar fruto que se alimenta de esa obra del Espíritu que ha vivificado a la Iglesia con Francisco de Asís e Ignacio, con Domingo y Teresa de Ávila.
Una hermosa propuesta para el hoy de la Iglesia, y sin duda de la Familia Salesiana de Don Bosco, es precisamente la de crecer en el arte de acompañar en el camino de la fe, especialmente a tantos muchachos, muchachas y jóvenes del mundo que no conocen a Dios y, al mismo tiempo, tienen hambre y sed de él, muchas veces, sin saberlo. Es muy «salesiano» sentir y creer verdaderamente que cada persona necesita «un amigo del alma» en quien encontrar consejo, ayuda, guía y amistad.
Concluyo estas sintéticas líneas, por las que podrá discurrir el Aguinaldo de 2022 para toda la Familia Salesiana de Don Bosco en el mundo, con la invitación que nos hace, al final de su alocución el papa Benedicto XVI, pidiéndonos que sigamos en «espíritu de libertad» el testimonio ejemplar de san Francisco de Sales, verdadero ejemplo de ese humanismo cristiano que nos hace sentir que solo en Dios se encuentra la satisfacción del deseo y de la nostalgia que sentimos por Él: «Queridos hermanos y hermanas, en un tiempo como el nuestro que busca la libertad, incluso con violencia e inquietud, no se debe perder la actualidad de este gran maestro de espiritualidad y de paz, que lega a sus discípulos el “espíritu de libertad”, la verdadera, como culmen de una enseñanza fascinante y completa sobre la realidad del amor. San Francisco de Sales es un testigo ejemplar del humanismo cristiano. Con su estilo familiar, con parábolas que tienen a menudo el batir de alas de la poesía, recuerda que el hombre lleva inscrita en lo más profundo de su ser la nostalgia de Dios y que sólo en Él encuentra la verdadera alegría y su realización más plena».