Creemos que estás en medio de nosotros, Padre, y en nuestro interior;
creemos que el Espíritu de tu Hijo nos impulsa.
Te pedimos que no dejamos de estar abiertos al Espíritu,
y que sepamos escuchar sus insinuaciones.
Que venga sobre nosotros tu Espíritu
que nos ayude a conocer más a tu Hijo
a través de la Palabra que ahora escucharemos.
¿Qué dice el texto?
Atiende a todos los detalles posibles. Imagina la escena. Destaca todos los elementos que llaman la atención o te son muy significativos. Disfruta de la lectura atenta. Toma nota de todo lo que adviertas. Para la comprensión del texto te pueden servir los comentarios que te ofrecemos a continuación.
Texto (Jn 15,1-8)
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Yo soy la vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento que no da fruto en mí lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto. Vosotros ya estáis limpios por la palabra que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden. Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará. Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos».
Comentarios:
El verdadero discipulado. Este pasaje se ocupa de precisar cómo debe ser el auténtico discípulo de Jesús. Existen claros indicios para dividir esta sección en dos partes. En la primera (Jn 15, 1-8) se entremezcla el material alegórico, la vid y los sarmientos, con el lenguaje directo, que presenta a Jesús como el Yo soy. La segunda (Jn 15, 9-17) tiene como denominador común el pensamiento del amor. En conjunto, ambas partes, son una amonestación del Resucitado. El vocablo clave en la primera parte es permanecer. El verdadero discípulo debe permanecer en la palabra de Jesús o en Jesús en cuanto Palabra. Para expresar esta relación vital entre Jesús y sus discípulos se utiliza la metáfora-alegoría de la vid y los sarmientos. La metáfora tiene tras de sí una larga historia.
El punto de partida es el árbol, en general, símbolo de lo viviente. Sigue la utilización que hace el Antiguo Testamento de la metáfora (Jr 2,21-22; Is 5; 27,2-5; Sal 80,9-15). También el judaísmo utiliza el símbolo, incluso para designar a personas individuales (Ex 17,5; 19,10). Lo aplica al Mesías en el Apocalipsis de Baruc (Bar 36,40). Algo parecido tenemos con la Sabiduría (Eclo 24, 17-21). Junto a estos paralelos debe ser mencionada la semejanza singular con determinados textos de la gnosis mandea, en los que la vid es presentada como el árbol de la vida y las almas como sus ramas. Estas reciben el poder vivificador gracias a su unión con la vid. Así ocurre en
esta alegoría. La diferencia está en que este árbol de la vida (la vid) es una persona histórica en el evangelio de Juan, y en la gnosis la vid es una idea vinculada a un revelador impersonal y atemporal. En lo que se refiere al contenido, la traducción de la metáfora al lenguaje directo implica los pasos siguientes: Israel es la plantación de Dios (Sal 80,15-18). Partiendo de ahí, el yo soy la vid se dice en referencia a Israel (Mt 15,13: toda planta que no haya plantado mi Padre del cielo será arrancada de raíz). Ya no basta aducir la filiación de Abrahán. En el espacio salvífico se encuentra únicamente aquel que ha aceptado a Jesús como el Enviado. El Mesías se convierte en Israel. Como consecuencia, el verdadero Israel se encuentra allí donde estén los hijos de Dios, generados por el Espíritu, unidos al Mesías. La Iglesia es Israel. Pero la salvación no se opera de modo mágico. De ahí la insistencia en la necesidad de permanecer, de «dar frutos», de «guardar los mandamientos». Se destaca la compenetración personal del Revelador y del creyente, del Redentor y del redimido. Se trata de un organismo «espiritual».
2. MEDITA…
¿Qué me dice Dios a través del texto? Atiende a tu interior. A las mociones (movimientos) y emociones que sientes. ¿Algún aspecto te parece dirigido por Dios a tu persona, a tu situación, a alguna de tus dimensiones?
Sugerencias:
“La unión entre la vid y los sarmientos ha de ser: Íntima, «permaneced en mí y yo en vosotros»”
“Permanente, no puede separarse, «el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante»”
– “Permaneced en mí”
– “Dad fruto abundante”
3. CONTEMPLA Y REZA…
¿Qué le dices a Dios gracias a este texto? ¿Qué te mueve a decirle? ¿Peticiones, alabanza, acción de gracias, perdón, ayuda, entusiasmo, compromiso? Habla con Dios…
Sugerencias:
“Sin mí, no podéis hacer nada”.
Señor, cuando me faltas tú, me siento
perdido, confuso, desorientado, seco.
Señor, cuando estoy unido a ti,
siento que Dios está haciendo su obra en mí,
una obra alimentada por el amor,
que produce buenos frutos.
4. ACTÚA…
¿A qué te compromete el texto? ¿Qué ha movido la oración en tu interior? ¿Qué enseñanza encuentras? ¿Cómo hacer efectiva esa enseñanza?
5. COMPARTE…
Si la Lectio se hace en grupo, podéis compartir con sencillez lo que cada uno ha descubierto, para enriquecimiento del grupo.
6. DA GRACIAS…
Puedes acabar este momento con una oración: expresa a Dios lo que has vivido, dale gracias por lo que te ha manifestado, y pide al Espíritu que te haga pasar de la Palabra a la vida.
Gracias, Padre, por lo que me has revelado con esta Palabra.
Ayúdame a progresar en el conocimiento de tu Hijo, Jesús,
y hazme dócil a la acción del Espíritu en mi vida.
Fuente Oración: Evangelio al día 2024 Ed. CCS