Propuesta de Lectio Divina personal (o en grupo)
II Domingo de Cuaresma Ciclo A (Mt 17, 1-9)
ORACIÓN
Envía sobre nosotros, Señor, tu Espíritu Santo:
que disponga nuestro corazón para escuchar tu Palabra;
que nos conceda encontrarte en ella;
y que haga que esta Palabra se convierta en vida en nuestras personas.
(B) PASOS PARA LA MEDITACIÓN
- LEE…
¿Qué dice el texto?
Atiende a todos los detalles posibles. Imagina la escena. Destaca todos los elementos que llaman la atención o te son muy significativos. Disfruta de la lectura atenta. Toma nota de todo lo que adviertas. Para la comprensión del texto te pueden servir los comentarios que te ofrecemos a continuación.
Texto (Mt 17, 1-9)
En aquel tiempo, llegó Jesús a una ciudad de Samaría llamada Sicar, cerca del campo que dio Jacob a su hijo José; allí estaba el pozo de Jacob. Jesús, cansado del camino, estaba allí sentado junto al pozo. Era hacia la hora sexta. Llega una mujer de Samaría a sacar agua, y Jesús le dice: «Dame de beber». Sus discípulos se habían ido al pueblo a comprar comida. La samaritana le dice: «¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?» (porque los judíos no se tratan con los samaritanos). Jesús le contestó: «Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice “dame de beber”, le pedirías tú, y él te daría agua viva». La mujer le dice: «Señor, si no tienes cubo, y el pozo es hondo, ¿de dónde sacas el agua viva?; ¿eres tú más que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, y de él bebieron él y sus hijos y sus ganados?». Jesús le contestó: «El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna». La mujer le dice: «Señor, dame esa agua: así no tendré más sed, ni tendré que venir aquí a sacarla». Él le dice: «Anda, llama a tu marido y vuelve». La mujer le contesta: «No tengo marido». Jesús le dice: «Tienes razón, que no tienes marido: has tenido ya cinco, y el de ahora no es tu marido. En eso has dicho la verdad». La mujer le dice: «Señor, veo que tú eres un profeta. Nuestros padres dieron culto en este monte, y vosotros decís que el sitio donde se debe dar culto está en Jerusalén». Jesús le dice: «Créeme, mujer: se acerca la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre. Vosotros adoráis a uno que no conocéis; nosotros adoramos a uno que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. Pero se acerca la hora, ya está aquí, en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y verdad, porque el Padre desea que lo adoren así. Dios es espíritu, y los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y verdad». La mujer le dice: «Sé que va a venir el Mesías, el Cristo; cuando venga, él nos lo dirá todo». Jesús le dice: «Soy yo, el que habla contigo». En esto llegaron sus discípulos y se extrañaban de que estuviera hablando con una mujer, aunque ninguno le dijo: «¿Qué le preguntas o de qué le hablas?». La mujer entonces dejó su cántaro, se fue al pueblo y dijo a la gente: «Venid a ver un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho; ¿será este el Mesías?». Salieron del pueblo y se pusieron en camino adonde estaba él. Mientras tanto sus discípulos le insistían: «Maestro, come». Él les dijo: «Yo tengo un alimento que vosotros no conocéis». Los discípulos comentaban entre ellos: «¿Le habrá traído alguien de comer?». Jesús les dice: «Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y llevar a término su obra. ¿No decís vosotros que faltan todavía cuatro meses para la cosecha? Yo os digo esto: levantad los ojos y contemplad los campos, que están ya dorados para la siega; el segador ya está recibiendo salario y almacenando fruto para la vida eterna: y así, se alegran lo mismo sembrador y segador. Con todo, tiene razón el proverbio: uno siembra y otro siega. Yo os envié a segar lo que no habéis trabajado. Otros trabajaron y vosotros entrasteis en el fruto de sus trabajos». En aquel pueblo muchos samaritanos creyeron en él por el testimonio que había dado la mujer: «Me ha dicho todo lo que he hecho». Así, cuando llegaron a verlo los samaritanos, le rogaban que se quedaran con ellos. Y se quedó allí dos días. Todavía creyeron muchos más por su predicación, y decían a la mujer: «Ya no creemos por lo que tú dices; nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él es de verdad el Salvador del mundo».
Comentarios:
El diálogo de Jesús con la samaritana pertenece todavía a la primera sección; forma una unidad con los dos capítulos anteriores; completa e interpreta lo dicho en ellos: el primer signo (Caná de Galilea) se ve evocado e interpretado aquí al hablar Jesús del agua viva de la que surge la vida eterna (Jn 3, 10-14).
Un agua de mayor calidad que la del pozo de Jacob. El simbolismo es claro: Jesús, el Nuevo Testamento, es superior al Antiguo, representado por Jacob. La acción simbólica realizada por Jesús en el templo es recordada y profundizada aquí desde la adoración en espíritu y en verdad. Tanto el culto del Garizín como el de Jerusalén carecen ya de sentido. El punto de partida para la recta interpretación de la escena lo constituye la extrañeza de la samaritana con su motivación doble: el diálogo entre un hombre y una mujer, ya que los rabinos consideraban indecoroso hablar en público con las mujeres; y que éste tuviese lugar entre judíos y samaritanos, entre los que existían antiguas rencillas. Frente a estas dos causas de extrañeza llama consoladoramente la atención la libertad de Jesús frente a las categorías raciales y cultuales de sus contemporáneos.
La escena se halla construida sobre los dos principios teológicos siguientes: el judaísmo, con la natural inclusión del Antiguo Testamento, encuentra su plenitud y complemento en Jesús; el agua utilizada para las purificaciones (Jn 2, 6; 3,5) adquiere un nuevo sentido en Jesús, que es quien únicamente puede dar el agua viva, la salud, el Espíritu (Jn 7,37-39). Estos principios teológicos se exponen mediante una doble contraposición: el agua sacada laboriosamente de un pozo y la regalada por Jesús, y la superioridad de Jesús y del tiempo que él inicia sobre Jacob y lo que él significa. Teniendo como punto de referencia estos dos principios teológicos, el evangelista desvela el misterio de la revelación de Dios de una manera progresiva, colocando hitos importantes a lo largo del diálogo-monólogo: suscita el interés inquietando a la samaritana, y a sus lectores, sobre quién es Jesús (Jn 4, 10).
El conocimiento sobrehumano de Jesús le descubre como profeta (Jn4, 19). Ante las esperanzas mesiánicas manifestadas por la samaritana, Jesús se autopresenta (Jn 4, 25s). Al final tiene lugar la confesión de la fe cristiana que hacen los samaritanos. Ya no creemos en él por lo que tú nos dijiste, sino porque nosotros mismos le hemos oído y estamos convencidos de que él es verdaderamente el Salvador del mundo (Jn4, 42). Jesús habla del don de Dios (Jn 4, 10). En este versículo, el don de Dios se identifica con el agua viva. Y el agua viva significa la salud, la vida eterna. Es la gran revelación hecha por Dios en Cristo y que tiene muy poco que ver con la satisfacción de las necesidades naturales. El simbolismo del agua viva se utiliza también en este evangelio para referirse al Espíritu Santo. El agua viva es símbolo del Espíritu. La célebre afirmación de Jesús: de lo más profundo de todo aquel que crea en mí brotarán ríos de agua viva (Jn 7, 38) es interpretada por el evangelista diciendo que decía esto refiriéndose al Espíritu (Jn 7, 39). En todo caso, esto en nada contradice a lo que se afirma en este pasaje: el don de Dios es Dios mismo dado en Cristo; el don de Dios es la salud, la vida eterna; el don de Dios es el Espíritu Santo. La intercambiabilidad de estas expresiones no significa contradicción sino complementariedad y enriquecimiento.
La samaritana, como ocurre frecuentemente en el evangelio de Juan, además de su personalidad singular, es una mujer representativa: simboliza y personifica a la región de Samaría donde se había dado culto a cinco dioses (2 Re 17, 24ss), representados en los cinco maridos que había tenido aquella mujer. Y el culto que daban a Yahvé en la actualidad era ilegítimo, por no ajustarse al principio de un único santuario. La samaritana simboliza a la región de Samaría y también a todos los buscadores de Dios a través de los múltiples errores y equivocaciones de la vida. Para el evangelista es, al mismo tiempo, una buena oportunidad para destacar el conocimiento sobrehumano de Jesús. El problema del culto (Jn 4, 20-26) era uno de los que más preocupaban en la época. Aunque el templo sobre el Garizín había sido destruido en el año 128 a. C. por el sumo sacerdote Juan Hircano I, el culto seguía celebrándose allí. Además, la comunidad samaritana poseía, y posee, un ejemplar antiquísimo de la Torá. Tenía, pues, buenas razones para competir con Jerusalén. La respuesta de Jesús es elocuente: una vez que ha hecho su aparición el tiempo último, estas cuestiones carecen de interés, puesto que la salvación se ha hecho presente en él. Ha llegado la hora (Jn 4, 23). Un serio problema de lenguaje: si ha llegado la hora, ¿cómo es ésta?
Para presentar la última intervención de Dios en la historia, los sinópticos, y también Pablo, siguiendo la mentalidad de la época, recurrieron al lenguaje apocalíptico: el Hijo del hombre viniendo sobre las nubes del cielo, ángeles con trompetas, el último día de nuestro mundo, un examen con la evaluación final… Juan introduce cambios importantes en esta cuestión. Prescinde del lenguaje apocalíptico y actualiza todo el acontecimiento. Lo específico de Juan se expresa así. Ha llegado la hora; el que cree en él no será condenado (Jn 3, 18); el juicio se realiza ahora en la actitud de fe-infidelidad ante el Hijo del hombre; el que acepta lo que yo digo y cree en el que me ha enviado, tiene la vida eterna, no sufrirá un juicio de condenación, sino que ha pasado de la muerte a la vida (Jn 5, 24). “Aquel día” comienza ya con la resurrección de Jesús (Jn 14,20; 16,23.26); lo mismo que el “gozo cumplido” (Jn 15,11; 16,20.23s); la “victoria” (Jn 16,33) y la “paz” (Jn 14, 27; 16,33).
- MEDITA…
¿Qué me dice Dios a través del texto? Atiende a tu interior. A las mociones (movimientos) y emociones que sientes. ¿Algún aspecto te parece dirigido por Dios a tu persona, a tu situación, a alguna de tus dimensiones?
Sugerencias:
“El don de Dios nos hace manantiales y pozos de profundidad que no necesiten otras «fuentes»”
“Lo que necesitas para ser interlocutor mío es tener necesidad de ternura, de escucha, de amor, de pobreza”
- “Yo soy el agua viva”
- “¡Señor, dame esa agua!”
- CONTEMPLA Y REZA…
¿Qué le dices a Dios gracias a este texto? ¿Qué te mueve a decirle? ¿Peticiones, alabanza, acción de gracias, perdón, ayuda, entusiasmo, compromiso? Habla con Dios…
Sugerencias:
Como la samaritana, voy, Señor,
en busca de un pozo de agua cristalina,
en busca del manantial de la vida.
Hazme, Señor, vaso y cántaro nuevo para
llevar a mis hermanos agua del surtidor
que salva hasta la vida eterna.
No te conocía, Señor
pero ya no puedo vivir sin ti.
- ACTÚA…
¿A qué te compromete el texto? ¿Qué ha movido la oración en tu interior? ¿Qué enseñanza encuentras? ¿Cómo hacer efectiva esa enseñanza?
- COMPARTE…
Si la Lectio se hace en grupo, podéis compartir con sencillez lo que cada uno ha descubierto, para enriquecimiento del grupo.
- DA GRACIAS…
Puedes acabar este momento con una oración: expresa a Dios lo que has vivido, dale gracias por lo que te ha manifestado, y pide al Espíritu que te haga pasar de la Palabra a la vida.
Ven, Espíritu Santo,
ilumina mi corazón para que pueda entender la Palabra,
conocer más a Jesús
y hacer que en mi vida camine con criterios evangélicos.
Fuente Oración: Evangelio al dia 2019 Ed. CCS