Evangelio LC 18, 9-14
Narrador: Entre los que se acercaban a Jesús a escuchar sus enseñanzas, había gente de toda clase, de distinta religión, ricos y pobres; y Jesús oía toda clase de conversaciones.
Publicano: Vosotros los fariseos sois unos creídos. Os creéis más que los demás, porque habéis estudiado. Unos orgullosos… eso es lo que sois.
Fariseo: A vosotros sí que no os quiere nadie. Mucha envidia es lo que tenéis. Sí, envidia porque somos más listos que vosotros y más buenos. Vosotros sois malos y pecadores, y no se puede hablar con vosotros.
Narrador: Este era el tono, que amenazaba acabar en discusiones. La cosa se iba poniendo muy seria. ¡Eh! amigos, escuchad… ¡Eh! escuchad. Creo, amigos, que os va a venir muy bien, pero que muy bien, lo que dice Jesús. Escuchad, por favor.
Jesús: Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo.
Narrador: Los fariseos eran personas que se sabían de carretilla la Ley de Moisés, y presumían de cumplirla al pie de la letra.
Jesús: El otro era un publicano.
Narrador: Los publicanos se encargaban de cobrar los impuestos que exigía Roma. Por eso el pueblo no les tenía cariño, y los fariseos los despreciaban… Pero, oigamos lo que dice Jesús.
Jesús: El fariseo, en pie, en medio del templo, oraba así: ¡Oh Dios!, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: ladrones, injustos…. Tampoco soy como ese publicano. Yo ayuno dos veces por semana y entrego al templo una parte de todo lo que gano, como manda la ley.
Narrador: El otro, el publicano, se había colocado en un rincón del templo, de rodillas, sin atreverse a levantar la cabeza. Escuchemos…
Jesús: El publicano oraba así: ¡Dios mío!, ¡Dios mío! ten compasión de mí porque soy un pecador.
Narrador: Y Jesús dirigiéndose a todos los que le escuchaban, les dijo:
Jesús: Os digo, que el publicano volvió a su casa estando a bien con Dios y el fariseo no. Porque todo el que se cree importante será humillado y el que se humilla será importante ante Dios.
Para hablar con Dios debemos hacerlo con sencillez. Eso quiere decir Jesús cuando cuenta esta historia a sus amigos: Dos hombres fueron al templo a orar. Uno de ellos se puso muy adelante y dijo: Te doy gracias Dios, porque no soy como los demás, ladrones, mentirosos y tramposos. Yo pago los impuestos religiosos y cumplo con la ley del ayuno. El otro, escondido en el fondo del templo, decía: Oh Dios, perdóname que soy un pecador. El primero no fue escuchado. El segundo sí.
Señor,
te pedimos perdón por las veces que nuestras oraciones no han sido sinceras
y hemos querido sentirnos grandes ante Ti,
llenos de orgullo y falta de humildad, y por eso
te pedimos que nos ayudes a hablar contigo con sinceridad.
Enlace de Video: https://www.youtube.com/watch?v=dJ2CGGlMam0