Hoy Jesús habla a sus amigos del dinero, y les dice que tengan mucho cuidado con él. ¡No tengáis el corazón amarrado ni al dinero ni a las cosas!, porque la vida no depende del dinero ni de tener almacenado mucho para estar tranquilos. Y les puso como ejemplo el de un señor que se dedicó de lleno a almacenar riquezas y cosechas pensando que estaría seguro para siempre. Pero se murió de repente. ¿De qué le sirvió tanto empeño? De nada. Por eso Jesús dice a sus amigos que lo importante es ser rico ante Dios, y eso se consigue a base de compartir con alegría, y no vivir atado al dinero.
Jesús enseña a sus amigos a orar, es decir a hablar con Dios, de una forma nueva, original y entrañable. “Cuando oréis, decid: Abba” (que quiere decir papá). Hasta Jesús, todos rezaban a un Dios lejano, distante, al que pretendían tener de su parte para que todo les fuera bien, como si fuera un amuleto o un talismán. Pero Jesús les enseña que deben tener confianza con Dios, que es sobre todo papá. Y al papá, decirle también: Que todos reconozcan la bondad de tu nombre. Que llegue pronto tu Reinado. Danos el pan de cada día. Perdónanos, como nosotros perdonamos a quienes nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación de las cosas malas.
Señor, quiero quitar de mi corazón
toda codicia, toda ambición.
Quiero entender que Tú eres mi mayor
y mi único tesoro.
Del mismo modo que Tú,
quiero ayudar a organizar mi vida,
la de mi familia, para que no me quede
esclavizado por el dinero ni por las cosas.
Vamos a jugar

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