Evangelio Lc 6,27-38
Lucas: Jesús a veces era como un profesor que enseñaba cosas muy importantes sobre la vida. Un día les habló sobre el amor, y les dijo:
Jesús: Os voy a decir algo que a lo mejor os sorprende: amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que hablan mal de vosotros. Si alguien te pega, no le pegues, aunque te quiera seguir pegando. Si alguien te quita algo tuyo, dale algo más.
Lucas: La gente lo veía un poco raro, porque eso que Jesús les estaba pidiendo parecía muy difícil de hacer.
Pueblo: ¿Cómo vas a amar a tu enemigo? ¿No es mejor acabar con él?
Jesús: Mirad, lo importante es tratar a los demás como querrías que te traten a ti, y todos queremos que nos traten bien. Amar a la gente que es amable, eso lo hace cualquiera. Portarse bien con la gente amable también es fácil.
Elegir siempre el amor. Elegir siempre la paz. A eso yo lo llamo ser compasivo. No juzgar, no condenar, e intentar perdonar siempre. Porque tal y como tú trates a los demás, verás que así te tratan a ti».
Lucas: Las personas, después de oírle, se quedaban pensando, porque lo que decía no era fácil. Pero era bonito imaginarse un mundo en el que todas las personas fueran de verdad amables y generosas unas con otras, así que pensaban que a lo mejor tenía razón.
Jesús invita a sus amigos a tener un corazón grande, es decir generoso, parecido al de Dios Padre. Un corazón capaz de prestar algo a quien lo necesite, aunque sepamos que no puede devolverlo; hablar bien de los que hablan mal de ti. Porque amar a quien te ama, hablar bien de quien habla bien de ti ¿qué mérito tiene? Eso lo hace cualquiera. Hay una frase de Jesús preciosa, con la que anima a sus seguidores a ser buenos, a fondo perdido: “Tratad a los demás como queréis que ellos os traten”
Padre bueno, yo sé que estás aquí, dentro de mí.
Que me conoces y me amas.
Tú sabes que te quiero y deseo ser siempre tu amigo.
Conoces mis pensamientos, mis sentimientos y deseos.
Te doy gracias porque me conoces y me amas.
Yo también quiero conocerte bien, sentirte a mi lado,
para amarte y hacerte conocer y amar.
Gracias, Señor, por estar aquí