Evangelio Jn 10,27-30
Narrador: Escuchad esta historia que os creo que os voy a contar, creo que os gustará mucho.
Jesús: Las obras que yo hago. Si no creéis en mí, creed en mis obras.
Niño 1: ¿En nombre de quién obras tú?
Jesús: En nombre de mi Padre que está en los cielos.
Judío 1: ¡Eso no puede ser, estás mintiendo! ¡Cómo vas a ser tú Hijo de Dios! Ya ves que nosotros no creemos en ti.
Jesús: Porque vosotros no sois de mis ovejas.
Judío 2: ¡Aclara eso, vamos, acláralo!
Jesús: Es fácil de entender. Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen.
Niño 1: Nadie sigue a otro sin recibir nada. ¿Qué les das tú a tus ovejas?
Jesús: La vida eterna.
Niño 2: ¿Eterna? Seguro que esas ovejas pronto morirán. O cualquiera te las quitará de las manos. Es la ley de la selva, amigo.
Jesús: Ni perecerán, ni nadie las arrebatará de mis manos.
Niño 1: ¿Por qué estás tan seguro? ¿Quién te dio esas ovejas?
Jesús: Esas ovejas me las dio mi Padre.
Niño 2: ¿Y por qué no te las podemos quitar?
Jesús: Porque nadie puede arrebatarlas de la mano de mi Padre, ya que Él es más que todas las cosas.
Niño 1: ¿Qué relación tienes tú con el Padre? ¿Tan unido estás a él?
Jesús: Amigos, el Padre y yo somos uno.
En este evangelio, Jesús es presentado por los primeros cristianos como un Pastor Bueno. Y lo es porque nos conoce, nos quiere, le seguimos y apreciamos su voz. Es más, sabemos que dio su vida por nosotros, y que allí donde vayamos, nos acompañará. Es un Pastor Bueno, porque se desvive por sus ovejas.
Tú eres el buen pastor,
que alimentas nuestra vida,
que nos llevas a abrevar con agua viva,
que nos das resguardo y abrigo.
Haznos saborear
los pequeños pasos del día a día.
Ilumina nuestros horizontes.