EPN | CICLO C – II DOMINGO DE CUARESMA

7 marzo 2022

Evangelio Lc 9, 28b-36

Narrador: En aquel tiempo, Jesús llevó a Pedro, a Juan y a Santiago a lo alto de una montaña, para rezar.

Pedro: Maestro, ¡menuda caminata!

Jesús: No te quejes, Pedro, este lugar es muy bonito para rezar.

Juan: Desde luego, pero hay lugares también muy bonitos más abajo. ¡Llevamos horas andando!

Jesús: ¡Vale, Juan, vale! Descansad un poco mientras voy a rezar con mi Padre.

Narrador: Jesús rezaba y el aspecto de su rostro cambió, sus vestidos brillaban de lo blancos que eran.

Santiago: El Maestro ha tenido una buena idea, creo que me echaré una siestecita.

Juan: Yo haré lo mismo, Santiago, no quiero ni pensar en la bajada.

Pedro: No entiendo cómo el Maestro tiene fuerzas para rezar ahora.

Narrador: De repente dos hombres conversaban con Jesús: eran Moisés y Elías rodeados de la gloria del cielo.

Moisés: Ha llegado la plenitud de los tiempos. Tu sacrificio está próximo, Jesús, con él nacerá un orden nuevo.

Elías: Un orden basado en el amor y en la fraternidad universal de la sociedad, en el perdón y en la justicia divina.

Moisés: Un orden en el que la persona es el valor supremo de la sociedad. Pero para que la nueva sociedad aparezca, tú has de morir… crucificado en Jerusalén.

Elías: Así lo ha dicho el Padre.

Jesús: No es un mensaje grato de escuchar, aun así… ¡que se haga la voluntad del Padre!

Narrador: Pedro y los compañeros, espabilándose del sueño, vieron su gloria, y a los dos hombres que se alejaban. Y Pedro dijo a Jesús:

Pedro: ¡Maestro, Maestro, qué hermoso es estar aquí! Si quieres, haremos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.

Narrador: Todavía estaba hablando, cuando una nube los envolvió. Ellos se asustaron. Y una voz desde la nube decía: “Este es mi Hijo, el escogido, escuchadle!

Jesús: Vamos para abajo, los demás nos están esperando.

Narrador: Los discípulos guardaron silencio y, por el momento, no contaron a nadie nada de lo que habían visto.

Cuando en la vida nos vengan momentos difíciles, que nos parezcan insuperables y que van a acabar con nosotros, no olvidemos que Jesús venció todo mal, incluso el de su muerte. Dios Padre lo resucitó y le concedió toda la plenitud, y la vida total. Y Jesús quiso que eso mismo lo supieran sus amigos, quienes poco tiempo después le verían insultado, perseguido, apresado y condenado a morir, como si fuera un malhechor. Para que no se derrumbaran por la pena y el desánimo, les llevó al monte Tabor y ante ellos se transformó. Ese que vieron lleno de luz y pleno de blancura, es el que en la cruz parecía tener su destino último. No os desaniméis. Al final vence siempre la vida, el cariño, la verdad.

 

Jesús,

como Pedro, Santiago y Juan,

quiero retirarme contigo a la montaña

del silencio y de la contemplación

para disfrutar de tu presencia

y acoger tu mensaje de esperanza.

En medio de las decepciones de la vida,

ayúdame a mantener viva la esperanza.

Vamos a jugar

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