Evangelio Lc 21,25-28.34-36
Discípulo 1: ¡Maestro, Maestro! ¿Puedo preguntarte una cosa?
Jesús: ¡Claro!
Discípulo 1: ¿Cómo será el fin del mundo?
Jesús: Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas.
Discípulo 2: ¿Y en la Tierra, qué pasará en la Tierra?
Jesús: en la tierra, angustia de las gentes, enloquecidas por el estruendo del mar y el oleaje. Los hombres quedaran sin aliento por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo.
Discípulo 1: ¿Todos tendrán miedo?
Jesús: Todos temblarán de miedo.
Discípulo 2: ¿Y Tú?
Jesús: Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y majestad. Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación.
Discípulo 1: ¿Y entonces, qué tendremos que hacer nosotros?
Jesús: Tened cuidado: no se os embote la mente con el vicio, la bebida y los agobios de la vida, y se os eche encima de repente aquel día; porqué caerá como un lazo sobre todos los habitantes de la tierra.
Discípulo 1: Entonces… ¿Qué nos dices que hagamos?
Jesús: Estad siempre despiertos, pidiendo fuerza para escapar de todo lo que está por venir y manteneos en pie ante el Hijo del hombre.
Dice Jesús a sus amigos: La vida en ocasiones trae consigo situaciones difíciles y dolorosas. Si os llegan a vosotros no tengáis miedo ni perdáis la confianza en mí. Yo estaré con vosotros, a vuestro lado, para ayudaros y daros fuerza. Estad despiertos y espabilados y permaneced unidos a mí.
Encendemos, señor, una luz,
como aquel que enciende su lámpara
para salir en la noche
al encuentro del amigo que viene.
En esta primera semana de adviento
queremos estar despiertos y vigilantes
porque tú nos traes la luz más clara,
la paz más profunda
y la alegría más verdadera.
¡Ven, señor Jesús! ¡Ven, señor Jesús!