Evangelio Mc 10, 46-52
Ciego: ¡Una limosna, hermanos, para este pobre ciego! ¡Una limosna, por caridad!
Judío 1: Toma, Bartimeo, poco es, pero no llevo más.
Judío 2: ¿Eres el hijo de Timeo que le nació ciego?
Ciego: Sí, yo soy, ¿dónde vais vosotros?
Judío 1: Vamos a Jerusalén a celebrar la fiesta de Pascua.
Ciego: Dicen que Jesús de Nazaret está en Jericó, ¿sabéis algo de eso?
Judío 1: Pues he oído que también viene a Jerusalén a celebrar la Pascua.
Ciego: ¿Jesús pasará por aquí?
Judío 1: Sí, parece que ya vienen él y sus discípulos.
Ciego: ¡Hijo de David, ten compasión de mí!
Judío 2: ¡Menudo jaleo estás armando! ¡Cállate ya, no la líes más!
Jesús: Llamadlo.
Judío 1: Ánimo, levántate, que te llama.
Jesús: ¿Qué quieres que te haga?
Ciego: Rabbuní, que recobre la vista.
Jesús: Anda, tu fe te ha salvado.
Ciego: ¡Veo, veo, Jesús me ha curado!
Narrador: Y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino.
Este encuentro de Jesús con un hombre ciego y pobre, nos dice que Jesús quiere que todos veamos y tengamos horizontes de poder vivir de nuestro trabajo y de no depender de lo que otros nos den para darnos dignidad. Cuando Jesús le llamó, él tiró el manto (seguramente es lo único que tenía), se incorporó y le dijo que deseaba ver. Y Jesús le trasmitió tal fuerza que cuando recobró la vista le siguió, yendo detrás de Él.
Gracias, Jesús, por ayudarme a recuperar la vista,
por hacerme capaz de mirar los errores que tengo.
Por ser siempre una fuente de ayuda para mí y para nuestras familias.
Por darme un corazón que me hace ser generoso con los más necesitados.
Gracias, Señor.