Evangelio Mc 10,35-45
NARRADOR: En aquel tiempo, se acercaron a Jesús los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, y le dijeron:
SANTIAGO: Maestro, queremos que nos hagas lo que te vamos a pedir.
JESÚS: ¿Qué queréis que haga por vosotros?
JUAN: Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda.
JESÚS: No sabéis lo que pedís.
SANTIAGO: ¿Por qué dice eso?
JESÚS: ¿Podéis beber el cáliz que yo he de beber, o bautizaros con el bautismo con que yo me voy a bautizar?
JUAN: Podemos
JESÚS: El cáliz que yo voy a beber lo beberéis, y seréis bautizados con el bautismo con que yo me voy a bautizar, pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, sino que es para quienes está reservado.
NARRADOR: Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra Santiago y Juan.
DISCÍPULO 1: Os lo merecéis por listos.
DISCÍPULO2: Ahora no os sentaréis ni a la derecha ni a la izquierda de Jesús.
JESÚS: Sabéis que los que son reconocidos como jefes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes los oprimen.
DISCÍPULO 1: Pero esto lo hemos hecho siempre.
JESÚS: No será así entre vosotros.
DISCÍPULO 2: Entonces, ¿qué tenemos que hacer?
JESÚS: El que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor. El que quiera ser primero, que sea esclavo de todos. Porque el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos».
También entre los seguidores de Jesús había algunos avariciosos que querían estar al lado de Jesús en los sitios de poder. Por ejemplo Santiago y Juan, como nos dice el evangelio. Pero Jesús les ayuda a dejar poco a poco esas intenciones y a acoger otras mejores que ocupen su corazón, compartir con él la vida, estar juntos en todo momento, ayudarse en situaciones difíciles, apoyarse cuando estén tristes y sobre todo, entregar la vida por lo demás.
Señor Jesús, para poder servirte mejor,
dame un noble corazón,
un corazón fuerte
para aspirar por los altos ideales
y no por opciones mediocres.
Un corazón generoso en el trabajo,
viendo en él, no una imposición,
sino una misión que me confías.
Un corazón grande para el sufrimiento,
siendo valiente ante mi propia cruz
y sensible cireneo para la cruz de los demás.
Un corazón grande para con el mundo,
siendo comprensivo con sus fragilidades
pero inmune a sus máximas y seducciones.
Un corazón grande para los hombres,
leal y atento para con todos,
pero especialmente servicial y delicado
con los pequeños y humildes.
Un corazón nunca centrado sobre mí,
siempre apoyado en ti,
feliz de servirte y servir a mis hermanos,
¡oh, mi Señor!
todos los días de mi vida.