Era por la tarde, y Jesús dijo a los discípulos que le llevaran a la otra orilla del lago. En medio de la travesía se levantó un huracán y las olas iban a hundir la barca. Los discípulos asustados despertaron a Jesús. Cuando se despertó les dijo que por qué tenían tanto miedo y si no tenían fe. Entonces ordenó al viento y al lago que se callasen, y de repente pararon. Los discípulos estupefactos comentaban: – ¡Hasta los vientos y las aguas le obedecen!
Señor, nuestra mayor alegría es reconocerte como el todopoderoso,
con un amor y misericordia infinita, sé que en los momentos malos y buenos,
Tú estás siempre a mi lado para no permitir que me hunda,
y en cambio me darás calma, paz y fe. Gracias por tu infinito y eterno amor.
Vamos a jugar

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